Murillo (Colombia), 6 abril de 2023.- Los campesinos que habitan en las faldas del volcán Nevado del Ruiz ven con escepticismo la orden de evacuación del Gobierno colombiano ante la posibilidad de una erupción, en parte porque están acostumbrados a los rugidos de la montaña y también porque temen perder lo que tienen.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, pidió ayer acelerar «la evacuación preventiva de 2.500 familias» para evitar tragedias como la ocurrida el 13 de noviembre de 1985, que arrasó el pueblo de Armero, en el departamento del Tolima, y costó la vida de más de 23.000 de sus 25.000 habitantes.
Sin embargo, son muy pocos los que aceptan irse de sus casas en las zonas rurales de Murillo, otro pueblo del Tolima que es el más cercano al volcán.
«No sé qué es tanta alarma porque yo no veo nada. Yo vivo acá, yo soy el que vivo más cerquita del Nevado del Ruiz y no he sentido nada», dice a EFE Danei Ortegón, trabajador de una finca ubicada en el caserío de Aguacaliente, en la zona de influencia del Nevado del Ruiz.
Ortegón, que vivió la tragedia de 1985 cuando el volcán hizo erupción causando la mayor catástrofe natural de Colombia, subraya que no tiene miedo pese a que, según asegura, es el campesino que vive más cerca del cráter pues la finca está a dos o tres kilómetros de los pies de la montaña y a unos seis de la cumbre.
Mientras el viento sopla con fuerza, Ortegón insiste en que aunque el Servicio Geológico Colombiano (SGC) lleva una semana advirtiendo del aumento de la actividad sísmica del volcán, que hizo que la alerta por una posible erupción subiera de color amarillo al naranja, no ve peligro, pero si lo obligan a evacuar lo hará.
EVACUAR POR PREVENCIÓN
«Yo voy a evacuar, igual nos toca. Me pidieron, aunque nadie nos va a responder por lo que se nos pierda de acá», dice resignado el campesino que afirma que va a seguir las indicaciones de su patrona y por eso saldrá de la finca, que está a casi 4.800 metros sobre el nivel del mar en una zona bajo la influencia del Nevado del Ruiz.
El temor de los lugareños de Murillo es que si salen de sus casas los ladrones pueden llegar a estos sitios y llevarse el ganado y todo lo que encuentren de valor, pues incluso durante la tragedia de 1985 en Armero hubo denuncias de robos y saqueos de lo poco que dejó la avalancha causada por la erupción y deshielo de los glaciares del volcán.
«Yo me voy a mi casa a Manizales», capital del vecino departamento de Caldas, asegura Ortegón, quien recuerda que le tocó vivir la tragedia de 1985 en la que su familia perdió la vivienda pero salvaron la vida.
Su mente se devuelve y dice que lo de Armero fue «brutal, eso fue volver a nacer», y pide más tiempo para narrar los pormenores de esa tragedia que hoy recuerda nítidamente.
Al referirse a otras personas que viven en el área, Ortegón afirma que no sabe si seguirán las órdenes del Gobierno. «Me voy porque los patrones me dijeron que me fuera», señala y concluye: «Esperemos que no pase nada».
EN RIESGO POR NECESIDAD
En Murillo el frío de la Cordillera Central de los Andes se deja sentir y las montañas que rodean el pueblo están casi siempre cubiertas de neblina.
Allí también está Luis Cañón Palacio, un jornalero que cada día se levanta a buscar el sustento de su familia en las fincas de los alrededores.
Para él, «el Nevado está molestando» y por eso las autoridades cerraron los sitios turísticos en prevención de una erupción del volcán y recorren fincas de la zona invitando a la gente a evacuar para que, en caso de que eso suceda, no se pierdan vidas humanas.
A diferencia de Ortegón, Cañón Palacio no está dispuesto a irse de la zona de riesgo. «Yo voy a seguir trabajando porque vivo es del jornal para sostener a la familia», manifiesta a EFE, y subraya que es la primera vez que vive esta situación.
La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) explicó que existen dos categorías de municipios que se verían afectados: los que pueden recibir flujo piroclástico (gases y ceniza, altamente tóxicos), y los que están en cercanía de ríos, porque el derretimiento de las nieves del volcán por las altas temperaturas puede causar una avalancha como la que destruyó a Armero hace ya 37 años.
Ernesto Guzmán Ruiz
EFE