Viajar a Macondo desde una unidad de hemodiálisis de Bogotá

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Bogotá, 26 de abril de 2022.- Las batallas de Aureliano Buendía narradas en «Cien años de soledad» le hacen olvidar por un rato a Andrés Giovanny Trujillo que tiene que estar enganchado a una máquina de hemodiálisis cuatro horas al día, tres días a la semana. Le hacen viajar a Macondo sin agujas y sin las medicinas de las que depende para seguir vivo.

Trujillo no puede leer, es un paciente crónico con una discapacidad visual, pero Diana Oliveros le lee cada lunes, miércoles y viernes por la mañana, los días que le toca acudir a la unidad de hemodiálisis del Hospital El Tunal, un centro público del sur de Bogotá.

La psicóloga Carolina Guevara, voluntaria del programa Artesanos de Sonrisas, le lee un libro a un paciente el 22 de abril de 2022 en la unidad de hemodiálisis del Hospital El Tunal, en Bogotá (Colombia). EFE/ Carlos Ortega

Oliveros, trabajadora social del Tunal, es una orgullosa «artesana de sonrisas», como se denomina ante este proyecto de «humanización» que intenta hacer más cálida la estancia de pacientes a través de la lectura.

Cada mañana se pasea con su carro de metal convertido en biblioteca rodante, donde lleva libros donados para que los pacientes elijan qué leer o si no tienen fuerzas o capacidades para hacerlo, ella misma lo hace por ellos.

Lo más solicitado es, en un país donde el 97 % de las personas es cristiana, la Biblia, pero como reconoce Trujillo «no todo puede ser un libro de Dios», y por eso van variando entre libros de acción, de fantasía o de cualquier temática que les permita viajar, como «Cien años de soledad», el libro que dice que más le gustó.

«Es un libro que educa, enseña lo que ha pasado antiguamente con alguien que quiso ser algo mejor y es muy bueno», asegura a Efe este colombiano, que lleva 14 años dependiente de la máquina que silenciosamente le filtra la sangre haciendo las funciones de limpieza que sus riñones ya no son capaces de realizar.

HUMANIZAR LA ATENCIÓN

En la sala baja del Tunal hay quince máquinas al lado de sendas camillas, todas ellas ocupadas, y por las que, junto a la otra sala de hemodiálisis, pasan un total de 120 pacientes cada día.

A Carolina Guevara, la psicóloga y referente de humanización de la Subred Sur de Hospitales, la idea se le ocurrió cuando ella misma estuvo hospitalizada: «yo veía siempre el reloj y pasaban 5 minutos, 10 minutos y yo sentía que habían pasado eternidades».

La trabajadora social Diana Oliveros escoge un libro para leerle a los pacientes, el 22 de abril de 2022 en la unidad de hemodiálisis del Hospital El Tunal, en Bogotá (Colombia). EFE/ Carlos Ortega

Así que buscó una propuesta para que los usuarios, mientras reciben tratamiento, «puedan aprender cosas nuevas y puedan sentir esa sensación de confort en nuestros espacios».

Desde el pasado febrero comenzó con las «bibliotecas rodantes» en siete unidades de la subred, que no solo incluyen hemodiálisis, sino el ala infantil, una rural o las de salud mental.

Es una forma de crear, subraya a Efe, «una relación más cercana, más humana con los usuarios», y verlos «como una persona, como alguien que siente, que piensa y no solamente que está con una enfermedad, con un diagnóstico y ya».

ES UN MOMENTO DURO

Para la trabajadora social ahora es más fácil conectar con los pacientes: «Muchos de ellos están sus cuatro horas sentados en una silla de hemodiálisis, quizá algunos durmiendo, otros pensando y otros callados», por lo que tener una nueva forma de abordarles «es un sueño, esto es magia, nos permite interactuar con ellos, nos permite dar un paso muy grande junto a ellos».

Yamile Rangel está leyendo un manual sobre cómo extraer la leche materna y las mejores maneras de amamantar, aunque no lo necesite después de haber tenido dos hijas y tres nietos, pero lo escogió porque tiene las letras grandes y lo va leyendo con interés a fragmentos.

Reconoce que fue muy duro llegar a la unidad renal, en la que está desde hace nueve años. «Quería salir corriendo», incide, y necesitó mucho apoyo y ayuda profesional para afrontarlo y aún así hay días que solo se quiere sacar las agujas y salir corriendo.

«La vida de nosotros, dependemos de la máquina, el día que nosotros no vengamos, ese día nos enfermamos más y terminamos por allá en urgencias», comenta Rangel, por eso valora la lectura y el trabajo de la «payasita» Oliveros, que a su vez espera que este proyecto pueda ser llevado a todas las unidades hospitalarias del país.

Irene Escudero

EFE

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