La Habana, 12 junio de 2024.- Cuando las lluvias torrenciales por fin cedieron en La Habana, ya pasadas las seis de la mañana, Víctor, un pescador cubano jubilado de 78 años, se aproximó a la punta del malecón con la mirada fija en el horizonte: «Por aquí entrarán».
El septuagenario se refería a la flotilla de la Marina de Guerra de Rusia -que incluye una moderna fragata y un submarino de propulsión nuclear- que casi dos horas más tarde ingresó en la bahía de la capital isleña.
La flotilla incluye el petrolero de la flota Pashin, la fragata Gorshkov, el submarino de propulsión nuclear Kazan y el remolcador de salvamento Nikolai Chiker, que tienen previsto hacer escala en La Habana hasta el 17 de junio.
Al paso de los minutos, Víctor dejó de ser el único ahí. Los primeros en acompañarlo fueron otros pescadores que se treparon al malecón para lanzar su caña al mar.
La incursión de las naves de guerra rusas no fue nunca el tema de conversación, al menos no en esas primeras horas. «¿A qué hora tú me dijiste que pasaba la guagua por tu casa?», le pregunta uno de ellos a su amigo.
Familias rusas
El cuadro cambió por completo cuando el buque petrolero de la flota Pashin comenzó a verse a lo lejos. Para entonces, Víctor ya había buscado un sitio donde sentarse tras dos horas de espera.
Como en un partido de fútbol, en el que la afición visitante ingresa primero al estadio y, conforme el pitido inicial se acerca, ésta termina en desventaja numérica en las gradas, el paseo marítimo comenzó a llenarse de rusos.
Todos venían en grupos. Sobre todo, familias.
Los cubanos curiosos también se agolparon y compartieron espacio con los padres que llevaban en hombros a los niños rubios con la bandera pintada en las mejillas y otros con pequeñas banderas en las manos.
Cada nave que llegó fue celebrada como un gol y gritos en su lengua natal de «¡Ru-si-a, Ru-si-a!».
El júbilo nacionalista llegó a su punto más alto con los arribos de la fragata Gorshkov, ya sobre las 9:00 hora local (13:00 GMT) y con 21 salvas incluidas -más 21 réplicas desde las fortalezas de la bahía-, y, una hora más tarde, del submarino Kazan.
Naves sin armamento
El Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba (Minfar) caracterizó la visita de protocolaria y afirmó, anticipándose a las dudas, que «ninguno de los navíos es portador de armas nucleares» y subrayó que la escala «no representa una amenaza para la región».
Estados Unidos, que fue quien informó en primer lugar del avance de la flotilla rusa hacia el Caribe, indicó a EFE que no la considera una «amenaza», aunque está siguiendo con atención sus movimientos, especialmente la víspera, cuando su trayectoria se acercó a la costa de La Florida.
Sin embargo, entre las ovaciones, un cubano de mediana edad con un costal blanco a la espalda, mostró su disconformidad con la visita. En el propio malecón, entre rusos, curiosos y pescadores, se detuvo y con gesto de rechazo gritó: «¿Cuántos lápices caben en esa cosa? ¿Cuánta leche? Este es un país humano, cojones, ¡pónganse en talla! No queremos armas».
En los últimos años se han producido dos visitas de flotillas rusas, pero ninguna con un submarino nuclear. En junio de 2019 tuvo lugar la última, que estuvo también encabezada por la Gorshkov. Para la anterior hay que remontarse a 2013.
Cuba y Rusia han profundizado en los últimos años sus históricas relaciones en los ámbitos político, militar y económico. Los primeros acuciados principalmente por la grave crisis que padecen; los segundos, por consolidar su magra red de aliados y el valor geoestratégico de la isla.
Juan Carlos Espinosa
EFE