Río de Janeiro, 27 ene (EFE).- La populosa zona oeste de Río de Janeiro, que durante años disfrutó de una relativa paz por estar bajo el control hegemónico de un peligroso grupo parapolicial, se ha convertido en el nuevo epicentro de la violencia en esta ciudad brasileña tras el colapso de esta mafia.
Desde la última semana de diciembre, la guerra entre facciones se ha recrudecido con tiroteos diarios en varias favelas, que se han extendido hasta un kiosco de una playa carioca, donde el domingo pasado fue asesinado a tiros un hombre acusado de liderar una de esas bandas.
El significativo salto de los homicidios es consecuencia del vacío de poder dejado por la muerte, en un enfrentamiento con la policía en 2021, del líder parapolicial Wellington Braga, conocido como ‘Ecko’, aseguran analistas de seguridad pública consultados por EFE.
Tras su muerte, variopintos grupos parapoliciales y de narcotraficantes emprendieron una guerra para conquistar la extensa región que controlaba Ecko, que incluía gran parte de la zona oeste de Río y de los municipios de la Baixada Fluminense, una región empobrecida en los suburbios de Río.
El conflicto por el legado de Ecko se agravó el 25 de diciembre cuando su hermano Luiz Antônio, ‘Zinho’, que controlaba gran parte de las bandas que seguían fieles a la familia Braga, se entregó a la policía por temor a ser asesinado por sus rivales.
Tiroteos diarios
En la madrugada de este viernes hubo intensos tiroteos en las barriadas de Gardenia Azul, Rio das Pedras, Praça Seca, Campinho o Morro do Fubá, en algunas de las cuales los vecinos grabaron las llamaradas que se elevaban de barricadas en llamas.
Desde Navidad, «los tiroteos son diarios y cada vez aparecen más pistoleros, que no sabemos si son milicianos o narcotraficantes, que quieren dominar la comunidad. Antes teníamos que aguantar los abusos de los milicianos y pagarles por seguridad, pero al menos vivíamos en paz», relató a EFE una habitante de la barriada de Guaratiba, que no quiso identificarse.
Los grupos parapoliciales, llamados ‘milicias’ en Brasil, fueron creados por policías corruptos y expolicías con el propósito de expulsar de sus barriadas a los narcotraficantes.
Pero rápidamente se convirtieron en peligrosas mafias que se dedican a extorsionar a comerciantes y transportistas, y cobran a los habitantes tasas ilegales por seguridad o por servicios como internet y el gas.
Las milicias dominan a un tercio de los cariocas
Su creciente poder llevó a las milicias a dominar el 57,5 % del territorio urbano de Río, un total de 41 barrios, según un informe de 2021 del Grupo de Estudios sobre Nuevas Ilegalidades de la Universidad Federal Fluminense (GENI-UFF).
Ese territorio se extiende por 686,7 kilómetros cuadrados y alberga a 2,2 millones de los 6,7 millones de habitantes de Río, el 33,1 % de la población.
«Los actuales conflictos en la zona oeste están asociados a la fragmentación de la milicia de la familia Braga, ya que Ecko era un gran articulador criminal y había extendido el poder de su grupo a gran parte de la ciudad», afirma a EFE el coordinador del GENI-UFF, Daniel Hirata.
Rafael Alcadipani da Silveira, analista del Foro Brasileño de Seguridad Pública, agrega que «con la caída de los líderes de las milicias se abrió un vacío de poder y una disputa por asumir el control en una zona muy populosa».
Ambos consideran que el agravamiento del conflicto convirtió a la zona oeste en el epicentro de la violencia en Río.
De acuerdo con datos oficiales, el número de muertes violentas en el estado de Río de Janeiro cayó el año pasado un 5 %, hasta 4.257 en 2023, el menor nivel en 34 años, pese al fuerte aumento de los homicidios en las áreas con milicias.
Tan solo en la zona oeste, los homicidios saltaron un 43,2 %, hasta 726 el año pasado. Y del mismo modo, en esa región aumentaron las muertes causadas por la Policía.
«Es decir que sufrimos una violencia armada que la fuerza pública no consigue controlar. Y en lugar de minimizar los impactos de la violencia entre los habitantes de esas regiones afectadas, la Policía está amplificando la violencia», comenta Hirata.
Carlos A. Moreno
EFE