Roma, 12 feb – Casi 10 meses pasó en prisión en Italia la activista kurdo-iraní Maysoon Majidi, absuelta este mes de febrero del cargo de tráfico de personas con una sentencia con la que obtuvo «justicia», según asegura a EFE, aunque denuncia que llegó «tarde» y que tuvo que vivir un largo proceso judicial por un delito que no cometió.
El caso de Majidi, que en 2019 huyó de Irán por su activismo político y el 31 de diciembre de 2023 fue arrestada con la acusación de favorecer la migración ilegal al llegar a Italia en barcaza a través del Mediterráneo, ha colocado en el foco la pesadilla de muchos migrantes encarcelados sin pruebas fehacientes por tráfico de personas cuando llegan al país, según su abogado, Giancarlo Liberati.
La joven de 29 años pasó 302 días privada de libertad, explica en una entrevista con EFE en Roma, en la que repasó el año en el que su vida se convirtió un callejón sin salida inesperado. «Tenía muchos sueños y planes, no quería quedarme en Italia, sino ir a Alemania», lamenta la activista, que fue liberada a fines de octubre y no obtuvo la absolución hasta inicios de este febrero.
Según Liberati, su paso por la cárcel y el proceso judicial que enfrentó ilustra la realidad actual de unas 1.500 personas detenidas nada más poner un pie en Italia tras cruzar el Mediterráneo por una ley «absurda» que confunde migrantes por traficantes.
De acuerdo con el letrado, que se ocupa de otros casos como el de Majidi, este tipo de casos culmina «con un número altísimo de absoluciones», lo que no logra evitar que muchas personas que emprenden su camino a Europa vean su vida trabada entre tribunales y precarios centros carcelarios.
Esto fue lo que le sucedió a Majidi, aunque a diferencia de otros en la misma situación, su caso trascendió entre la opinión pública y la prensa y fue objeto de debate político. Todo ello, en un contexto en el que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha hecho de la lucha contra la migración irregular su gran caballo de batalla.
«Somos refugiados, no emigrantes. Huimos de la guerra, de la persecución política. En el mar, crees que vas a morir cien veces antes de llegar», comenta la joven sobre el viaje que hizo con su hermano Razhan en una barcaza que les llevó a Italia desde Turquía y en la que viajaban 25 niños.
En su opinión, la leyes que aplican las autoridades italianas en casos como el suyo «no están hechas para combatir el tráfico de personas, sino para bloquear a los refugiados», ya que entre todos aquellos que arriesgan la vida y cruzan el mar «no hay traficantes».
Y mientras, los recién llegados que acaban en prisión se enfrentan a la incomprensión de la lengua, el desconocimiento del motivo por el que están encarcelados, la incomunicación con el exterior o la falta de acceso inmediato a un abogado, dice Majidi sobre su experiencia.
Al llegar a Italia, la activista kurdo-iraní – que denuncia que pasó 21 días encarcelada en Irán en 2017 y fue torturada- entró a un «mundo desconocido» y llegó al país «equivocado».
«Me metieron en prisión sin saber por qué», cuenta Majidi, que hizo varias huelgas de hambre para protestar contra su situación, en la que al principio no tuvo intérprete y durante un mes tampoco acceso a letrado.
«Durante 77 días no pude hablar con mis padres ni mi familia, mi hermano no sabía dónde estaba, yo tampoco sabía donde estaba él», dice la joven, que asegura que fue como si hubiera «desaparecido».
Según concreta, solo entendió los motivos por los que estaba encarcelada más de tres meses después, cuando llegó una carta de la Justicia con los cargos por los que fue encarcelada preventivamente.
Después de que su caso empezara a ganar peso público y se hicieran campañas de solidaridad para su liberación, el tribunal de Crotona -en la región meridional de Calabria, donde Majidi desembarcó- ordenó su liberación en octubre, solo cuatro meses a antes del fallo absolutorio el pasado 5 febrero.
La joven, pese a estar contenta porque la Justicia reconoció que no cometió ningún delito, cree que el fallo llegó «demasiado tarde».
Ahora, tras haber pedido el asilo en Italia, busca reconstruir su futuro.
Joan Mas Autonell
EFE