Un verano sobre la marcha y con contagios al alza desde Iguazú a la Patagonia

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Buenos Aires, 11 enero.- Argentina entró a la temporada de verano con la esperanza que le daba la sucesiva bajada de contagios de la covid-19 y ha encontrado que, nada más empezarla, los casos comenzaron a subir, lo que provoca que, desde las Cataratas de Iguazú a la Patagonia, el estío se organice sobre la marcha.

Mientras esas y otras atracciones principales como Buenos Aires aquejan la falta de turistas internacionales por el cierre decretado por el Gobierno, multitud de argentinos se concentra en las playas de la costa bonaerense, que lidia con la masificación en fiestas clandestinas y en la misma arena mientras el Ejecutivo sugiere un toque de queda nocturno.

Tanto para los que se adhirieron a la propuesta gubernamental como a los que no, la consigna principal enarbolada por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, rige en todo el país: «que la temporada de verano continúe».

Así, Argentina, que ha pasado en una semana de registrar unos 8.000 contagios por día a tener alrededor de 13.000 diarios, declara que el verano debe continuar para que el sector turístico, que representa el 10 % del Producto Interior Bruto (PIB).

UNAS CATARATAS CON AGUA PERO SIN DIVISAS

A pocos kilómetros de las Cataratas del Iguazú, en la frontera argentinobrasileña, era común antes de la pandemia ver a multitud de turistas brasileños en los bares y restaurantes de la argentina Puerto Iguazú, así como a decenas de turistas llegados de todas las partes del mundo para admirar una de las mayores maravillas naturales de Sudamérica.

Según las autoridades de la provincia de Misiones, representaban cerca de un 15 % del turismo.

El Parque Nacional Iguazú, uno de los primeros que realizó pruebas pilotos para albergar turistas en noviembre, está abierto al turismo interno y a pleno funcionamiento de actividades.

«La idea es no cerrar el turismo y trabajar sobre mayores exigencias en los protocolos (…), coordinar acciones con la fuerza policial y concienciar al sector de que estamos en un momento de inflexión, tenemos que hacer todos los esfuerzos para contener las aglomeraciones», cuenta a Efe el subsecretario de Turismo de Misiones, provincia en la que se encuentra Iguazú, Oscar DeGiusti.

En Argentina, cada provincia es la que decide las condiciones de ingreso de los turistas que llegan desde otras partes del país, y en Misiones los turistas deben presentar una prueba PCR negativa, mientras que en otras jurisdicciones basta con una declaración jurada.

Según DeGiusti, la mayor preocupación de las autoridades locales no son los turistas: «las aglomeraciones en algunos lugares turísticos están ocasionadas por los vecinos, los vecinos son los que más les cuesta comprender».

Algo similar a Misiones, a gran escala, sucede en Buenos Aires.

El turismo de la capital, con sus atractivos culturales y callejeros, también dependía en cierta medida de los extranjeros.

Son millones de dólares, euros y reales brasileños que dejan de entrar en una Argentina en crisis económica desde 2018 y necesitada de divisas.

INVIERNO PERDIDO, ESPERANZA VERANIEGA

Al contrario que en otros puntos, cuyo turismo se concentra en verano, la Patagonia quedó vacía en invierno y destinos como el glaciar Perito Moreno, Ushuaia y San Carlos Bariloche tuvieron nieve pero no visitantes.

La ministra de Turismo de Río Negro, Martha Vélez, cuenta a Efe que en Bariloche, dependiente de su región, el invierno «fue muy duro para el destino y para la provincia», desde la que asistieron económicamente al sector hostelero, y ahora buscan recuperar en verano.

Solo en fin de año, Río Negro ha recuperado 500 millones de pesos (5,87 millones de dólares) y 70.000 turistas en la amplia provincia, que también cuenta con destinos de playa.

Ante el aumento de contagios, en Río Negro iniciaron la semana pasada una campaña de concienciación «muy fuerte» y Vélez juzga las nuevas restricciones necesarias.

«Las medidas son necesarias porque creemos que tiene que haber una reflexión, preservando que se pueda sostener la actividad turística», asegura.

Un episodio que para Vélez fue «lamentable» ocurrió en Bariloche en diciembre, cuando hubo decenas de contagios en un grupo de estudiantes en una prueba experimental de viajes de fin de curso -a la ciudad y sus estaciones de esquí llegaban 100.000 estudiantes cada año.

«Fue una mala experiencia, fue por irresponsabilidad del grupo de estudiantes. Se trabajó mucho en nuevos protocolos mirando a futuro», asevera Vélez.

MASIFICACIÓN EN LA PLAYA

El jefe de Gabinete de la municipalidad al que pertenece Mar del Plata, Alejandro Rabinovich, cree la temporada acabará en la fecha habitual, a finales de febrero, mientras algunas voces advierten por la escalada de contagios.

La ciudad costera de Mar del Plata, a unos 400 kilómetros de la capital, es el principal destino turístico para los argentinos y allí el turismo representa el 20 % de su PIB, según estimaciones locales.

«Cualquier restricción que tengamos nos va a hacer retroceder, significaría aumentar el desempleo», indica Rabinovich.

El jefe de Gabinete local afirma que hasta el momento han tenido «muy buena recepción en una temporada distinta» pero reconoce que sigue «preocupando la clandestinidad, que ha aumentado mucho».

«De tres o cuatro denuncias (antes), este fin de semana tuvimos más de 40 denuncias», recalca Rabinovich, quien asevera que en los últimos días registran un nivel de contagiosidad «importante» entre los jóvenes.

Con las discotecas cerradas por orden gubernamental, concentraciones masivas -vespertinas y nocturnas- en las propias playas han surgido en varias localidades y han extendido la polémica a nivel nacional sobre qué medidas tomar al respecto.

Rabinovich dice que en Mar del Plata tienen mayor problema con las fiestas dentro de departamentos y no tanto en la playa, donde funcionan con un sistema en el que trabajadores del municipio derivan a la gente a otras playas si está llena a la que intentan acceder.

Para las autoridades marplatenses, de signo político opositor al Gobierno de Alberto Fernández, «el toque de queda no es la solución» porque para ellos no frena la clandestinidad y afecta a los comercios locales.

El pasado viernes y con 1,72 millones de contagios, el Ejecutivo nacional estableció un toque de queda entre la 1 y las 6 en Mar del Plata y otros municipios costeros, como Villa Gesell y Pinamar. Además, las reuniones sociales serán de un máximo de diez personas en espacios cerrados y abiertos.

Desde Mar del Plata consideran que la solución para su caso particular sería «un apoyo de mayor cantidad de fuerzas» de seguridad en coordinación con organismos de color político contrario como son la provincia de Buenos Aires, a la que pertenecen, y el Gobierno.

Pablo Ramón Ochoa

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