Por: Luis Fernando Quijano Moreno
El 19 de julio de 2015, el periódico El Colombiano, publicó la columna titulada El mito de Sísifo, escrita por el periodista Alberto Salcedo Ramos. En ella hace varios planteamientos sobre el tema de la droga, las causas que genera la producción, la distribución de alucinógenos y, sobre todo, los efectos de la prohibición en los países consumidores, tanto a nivel social, político, institucional y de seguridad; además del baño de sangre que corre por cuenta de la disputa entre organizaciones ilegales, buena parte de esa sangre es de las víctimas inocentes y, por ende, se da un aumento desmedido de la criminalidad urbana y rural.
Para la muestra la ciudad más innovadora del mundo: Medellín, que gasta miles de millones de pesos en seguridad —buena parte de esos recursos se van a la caneca del despilfarro y la corrupción—. Respecto al tráfico interno de droga, conocido como microtráfico, la ciudad cuenta con la no despreciable cantidad de más de mil plazas de vicio, localizadas en los mismos perímetros de los cuadrantes de la policía y de los lentes de las cámaras de seguridad.
Bueno sería que el alcalde Gaviria, el comandante de la Policía Metropolitana del Valle del Aburrá (Meval), el Concejo de la ciudad y, obviamente los aspirantes a cargos de elección popular en las próximas elecciones, no solo municipales, sino también regionales, reflexionaran sobre lo que significa la estrategia de seguridad que a la fecha se ha implementado, pues no me canso de repetir que está basada en captura y decomisos, y por esa razón no ha servido para nada, ya que 350 bandas armadas, más de 13.000 personas vinculadas a ellas, el Pacto del Fusil vigente y una nómina paralela que otorga protección oficial al crimen lo demuestran hasta la saciedad.
Treinta años de la historia reciente del conflicto urbano en la ciudad han mostrado que en ella nacen, crecen, desparecen y vuelven a surgir madrinas, padrinos, capos, subjefes, sicarios, entre otros; y será siempre así mientras el poder formal y real de la ciudad se alimente de la inseguridad ofreciendo la seguridad que de antemano saben que nunca funcionará.
Vale citar textualmente las palabras del Salcedo Ramos: “Mientras la droga sea ilegal habrá más capacidad de contratación, más cuerpos de policía, más centrales de inteligencia, más flujo de dinero contante y sonante, más venta de insumos químicos y de pesticidas, más fabricación de aviones caza y de helicópteros de fumigación, más rentabilidad para los jerarcas de la industria armamentista.
La droga, además, es un pretexto formidable para sacarle el cuerpo a problemas de fondo como la desigualdad, el desempleo, la falta de oportunidades, el hambre, la crisis de los partidos políticos, la inoperancia del gobernante de turno”.
¿Será entonces cierto que la Alcaldía de Medellín, siguiendo el ejemplo de papá Estado, le saca el cuerpo a los problemas que aquejan a sus habitantes y solo le interesa maquillar la realidad para que el progreso avance aunque eso signifique el fortalecimiento de la criminalidad?