Columna de opinión publicada en Contagio radio.
Por Fernando Quijano
Hablar de paz es muy fácil si no se entiende lo que hay que hacer para llegar a ella, y lo sacrificios que significa sostenerla en el tiempo.
Para muchos -no pocos- la paz es el desarme de las guerrillas, su sometimiento y su entrega para que purguen de por vida penas en la cárcel. Sin embargo, para otros -que tampoco son pocos-, entre los que me encuentro, es un acuerdo de paz entre dos ejércitos con dirección política que están buscando finalizar más de 60 años de guerra fratricida.
Por eso es tan lamentable que en este afán de buscar la reconciliación nacional se presenten dos hechos que, a mi parecer, son lunares negros –tal vez cancerígenos- en el ambiente que se pretende construir: abrir caminos de esperanza y reconciliación nacional.
Estos dos hechos –ocurridos en medio de un proceso de paz en La Habana, entre las Farc y el gobierno colombiano- son: la muerte de un integrante de las Farc que estaba enfermo y detenido en una cárcel de Pereira y las amenazas de muerte que recibió, por parte de la estructura paramafiosa Oficina del Valle de Aburrá, -instalada en el municipio de Envigado desde hace décadas y fachada del cartel de Medellín-, otro miembro de las Farc que fue indultado por el gobierno nacional, y valga la aclaración: un indultado no es un desmovilizado: es un ex prisionero de guerra. Continuar leyendo aquí