Medellín, Colombia, 15 noviembre de 2018.- La captura de jefe del 33 % del tráfico de drogas en la comuna 10 y dueño de la joya de la corona de la venta y el consumo de estupefacientes: la plaza de vicio de la avenida De Greiff, donde se efectuó el denominado golpe al «Bronx de Medellín». Operativo en el que además se tomó posesión de varios bienes inmuebles —hoy en extinción de dominio—, que ya fueron demolidos. Intervención que fue en vano pues la plaza sigue activa y solamente cambió de coordenadas.
Hoy, el barrio San Benito, desde la plaza Botero pasando por El Raudal y la plazuela de Zea —o parque de la mierda, como es conocido actualmente— y llegando hasta la Universidad San Buenaventura, es uno de los sectores más inseguros de la comuna 10 (La Candelaria) y en donde más plazas de vicio hay a la vista de las autoridades.
En una entrevista realizada por el periódico El Colombiano a Paulina Suárez, secretaria de Inclusión Social de Medellín, se planteó la discusión sobre los habitantes de calle. A la pregunta sobre si a la ciudad le estorban los habitantes de calle, la funcionaria respondió: «La avenida De Greiff, por ejemplo, impacta la ciudad, no solo con su paisaje, sino que este era un lugar en el que se distribuían sustancias sicoactivas […] estaba concentrados ahí porque los instrumentalizan. Ese es el logro que se tiene con un operativo».
La secretaria afirmó que el problema fue eliminado. Sin embargo, la realidad es otra: se expandió a otras calles aledañas al llamado Bronx. [Ver entrevista El Colombiano].
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Zonas de dominio y control de rentas ilegales como El Raudal —que en 2014 vivió la guerra de las Convivir entre Diadema y el Monín de Barbosa—, tienen cada centímetro de los andenes ocupados con trabajadoras sexuales, entre las que se encuentran algunas que, además de ejercer su oficio, sirven de comunicación para el trabajo de fleteros, campaneros y coordinadores de seguridad de las Convivir. Ellas le pagan al crimen por dejarlas trabajar, pero también colaboran.
El bazar de los puentes, que se trasladó a los bajos del viaducto del Metro entre las estaciones Prado y Parque Berrío, y que limita con el barrio San Benito, se ha convertido en un espacio de ocupación del espacio público para la compra y la venta de artículos reciclados para ser reutilizados, sin embargo, muchos de estos también son robados. A plena luz del día se pueden ver montículos de artículos que van desde juguetes, ropa, zapatos, electrodomésticos, bicicletas y celulares de segunda. Una parte del dinero pagado por estos puede terminar en la contabilidad de las plazas de vicio y otra parte rigurosamente en las arcas de las Convivir que cobran la vacuna —o extorsión— por la ocupación del espacio.
El negocio del tráfico de drogas —microtráfico— en estos sectores de La Candelaria tiene dos componentes: la materia prima —marihuana, bazuco y perico— y los artículos que venden para comprar la dosis de droga. Un artículo usado que vaya a parar a los bajos del Metro inevitablemente sumará un peso en las cuentas de la mafia.
Es un asunto de salud pública la aglomeración de habitantes de calle en la carrera Bolívar. Entre excrementos, roedores y desechos de comida, allí se aglutinan también vendedores de cachivaches, sin que haya intervención de la Secretaría de Salud ni de la Secretaría de Gobierno a través de Espacio Público.
Luego del operativo del Bronx, en Bogotá, desde Corpades y Análisis Urbano se inició en 2016 un trabajo de identificar qué sectores de la ciudad de Medellín tenían características similares; por lo que en la nota «El Bronx de Medellín» se identificó como jefe del sector de la avenida De Greiff y sus alrededores, por donde deambulan los consumidores y habitantes de calle, a un patrón que maneja el 33 % del tráfico de droga: Don Ómar, hoy capturado, pero que todavía estaría controlando desde ese bajo mundo las plazas de San Benito, La Candelaria, El Raudal, La Veracruz, la plazuela Rojas Pinilla y los alrededores del Museo de Antioquia y la Plaza Minorista, entre otras.
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La remodelación de la carrera Bolívar hasta el momento le quedó a medias al alcalde Federico Gutiérrez. Desde San Juan hasta Colombia los andenes para los peatones muestran una importante inversión, mientras que más adelante, entre el hotel Nutibara y Prado, el ambiente es de inseguridad, control territorial del crimen y espacios vedados para la Fuerza Pública.
Vuelve a surgir la pregunta que ya se ha hecho el alcalde de Medellín y el secretario de Seguridad y Convivencia, Andrés Tobón: ¿por qué hay más inseguridad y mayor violencia en las comunas en donde más recursos públicos se han invertido en los últimos años? Para responder a este interrogante, en el caso de la comuna 10, debemos detenernos en los proyectos urbanísticos que se desarrollan en el centro, como el corredor verde entre San Diego y Prado, y la peatonalización de La Playa. Esos mismos espacios son los que conquista el crimen para seguir delinquiendo, con oficinas de pagadiario al aire libre —La Bastilla y sector del Ópera— y espacios de mendicidad ajena —porcentaje por recaudo diario—.
A una cuadra del antiguo Bronx los habitantes de calle deambulan como zombies en medio de vitrinas de los talleres aledaños. Las imágenes que acompañan esta nota fueron tomadas por un investigador de Análisis Urbano, quien al momento de tomar las fotografías fue abordado por un hombre armado de un destornillador que le pidió la cámara. La reacción de la escolta personal evitó que fuera agredido. Un momento de tensión en un espacio en donde se mueven millones de pesos diarios producto del microtráfico. ¿Qué tendrá que soportar el ciudadano de a pie que transita por estas calles?
La plazuela de Zea en las noches es convertida en un espacio de consumo de bazuco. En el día es controlada por varios agentes motorizados, quienes los hacen mover a otros sitios, entre ellos la glorieta de la Plaza Minorista, en donde las casuchas improvisadas adornan el paisaje. Los pasajeros del Metroplús deben soportar en la madrugada este amanecer.
Desde la Alcaldía de Medellín, a través de la Secretaría de Inclusión Social, según información de la propia entidad, se invierten anualmente 250.000 millones de pesos en servicios para los habitantes de calle, calculados aproximadamente en 7.000 personas —aunque la Alcaldía dice que son 6.000—. Podrían ser más, de acuerdo con una investigación de la Secretaría de Salud que determinó que en Medellín hay más de 25.000 consumidores de alucinógenos que estarían cerca de convertirse en drogadictos.
En Medellín, en la comuna 10, aún están vigentes estructuras Convivir que obedecen a diferentes bandas que tienen presencia en la ciudad, entre ellas La Terraza, Los Chamizos, Los Pesebreros, por citar solo algunas. El control territorial para desarrollar la explotación de rentas criminales —extorsión, pagadiario y plazas de vicio— ha pasado por diferentes guerras, una de ellas la del 2014, que enfrentó a alias Monín de Barbosa y a alias Diadema, lo que en su momento fue negado por el entonces vicealcalde de Seguridad, Luis Fernando Suárez, y el alcalde Aníbal Gaviria Correa.
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En 2014 la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social, Corpades, reveló un informe sobre el centro de Medellín: «donde el control territorial está en manos de 35 Convivir, hay presencia de 66 cuadrantes, 3 CAI y más de 120 cámaras de seguridad, se recauda mensualmente, por concepto de extorsión al comercio informal, un aproximado de $8.900 millones, teniendo en cuenta que la cuota semanal del comercio va desde los $40.000 y 70.000 semanales, hasta $1.000.000 y $2.000.000 mensuales».
Uno de los jefes históricos de la Convivir San Benito es alias Carnero, capturado en junio de 2015. Este hombre orquestó el atentado en contra de alias Monín, Tigre y el Negro, quienes operaban en Barbosa, municipio al norte del Valle de Aburrá. De acuerdo con la más reciente investigación de Análisis Urbano, publicada en agosto de 2017, la Convivir San Benito sería manejada por alias Meme y Danie, quienes coordinan las actividades de seguridad, cobro de vacunas y plazas de vicio.
Las acciones de recuperación de la comuna 10, contemplando sectores como pasaje Bolívar, parque de Bolívar, El Huevo, entre otros, también debe extenderse a San Benito, en donde los operativos tendrán que acompañarse de labores de aseo, renovación urbanística y recuperación del espacio público.
Queda claro que por el barrio San Benito, así como en otras zonas de la ciudad —por ejemplo, la comuna 13—, la presencia policial pareciera más mediática y pantallera que real. Se requiere presencia permanente de uniformados que ejerzan la prevención y la disuasión. Lo complejo del problema que se vive allí se suma a la falta de una acción institucional que tenga una estrategia integral de prevención y acción para solucionar este tipo de problemáticas. Es necesario y urgente que por San Benito pase la institucionalidad en cabeza de la secretaria de Inclusión Social de Medellín y por supuesto del comandante de la Policía Metropolitana de Medellín, para que vean de primera mano que la intervención anunciada y ejecutada con bombos y platillos no cumplió los objetivos trazados. Los resultados que en cámaras y micrófonos anunciaron estrepitosamente fueron fugaces, las imágenes publicadas así lo demuestran.
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