Washington, 24 abril de 2021.- El presidente estadounidense, Joe Biden, se convirtió este sábado en el primer mandatario en ejercicio de Estados Unidos que describe como «genocidio» la matanza de 1,5 millones de armenios por el Imperio Otomano a partir de 1915, una decisión que generó un fuerte rechazo de Turquía.
El anuncio de Biden promete debilitar la relación de Estados Unidos con Turquía, uno de sus aliados más importantes en la OTAN y un socio estratégico esencial para impulsar las prioridades de Washington en Oriente Medio.
«El pueblo estadounidense homenajea a todos aquellos armenios que fallecieron en el genocidio que comenzó hace hoy 106 años», dijo Biden en un comunicado con motivo del aniversario de la matanza.
TURQUÍA LO TACHA DE «GRAVE ERROR»
El ministro de Exteriores de Turquía, Mevlüt Çavusoglu, condenó de inmediato la decisión de Biden, que su oficina tachó de «grave error», y lo acusó de dejarse llevar por la presión de «círculos armenios radicales y grupos antiturcos».
«El oportunismo político es la mayor traición a la paz y la justicia. Rechazamos completamente esta declaración basada únicamente en el populismo», escribió el ministro turco en un tuit.
Turquía se niega tajantemente a aceptar el término de genocidio para describir lo ocurrido, y aunque reconoce la muerte de cristianos armenios entre 1915 y 1923, los encuadra en un contexto bélico con Rusia en el este de Anatolia durante la I Guerra Mundial.
Sin embargo, muchos historiadores consideran la masacre el primer genocidio del siglo XX, que ocurrió cuando un Imperio Otomano en pleno ocaso, predecesor de la Turquía moderna, deportó masivamente a Siria a la población civil armenia por temor a que se aliaran con Rusia.
Gran parte de los deportados -un millón y medio, según varias estimaciones de historiadores- murieron por el camino, bien asesinados por soldados otomanos o por mercenarios kurdos, bien por hambre o enfermedades.
EL CAMINO HACIA LA DECISIÓN DE BIDEN
Al menos 29 países reconocen desde hace décadas esa masacre como un genocidio, y la presión para que Estados Unidos hiciera lo mismo aumentó en los últimos años, alimentada por varios congresistas y por la numerosa diáspora armenia en el país.
El Congreso estadounidense ya aprobó resoluciones para utilizar esa palabra en 2019, y el expresidente Barack Obama enfrentó fuertes presiones para hacer lo mismo durante su mandato (2009-2017), pero finalmente lo evitó para no poner en riesgo los lazos con Turquía.
Con su decisión, Biden quiere demostrar que los derechos humanos serán un pilar de su política exterior, y en su comunicado hizo hincapié en su deseo de «prevenir que ocurran atrocidades en el futuro, en cualquier lugar del mundo».
«No hacemos esto para echar culpas, sino para asegurar que lo que ocurrió no se repite nunca», subrayó el presidente, que usó dos veces la palabra «genocidio» en su comunicado.
Reconocer el genocidio armenio era una promesa electoral de Biden, y hace justo un año, el entonces aspirante presidencial demócrata recalcó la importancia de llamar a las cosas por su nombre.
«Si no reconocemos completamente, conmemoramos y enseñamos a nuestros niños sobre el genocidio, las palabras ‘nunca más’ pierden su significado», afirmó Biden en un comunicado el año pasado.
ALEGRÍA EN ARMENIA, TENSIÓN CON ERDOGÁN
El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, envió este sábado un telegrama a Biden para darle las gracias por la medida, que calificó como «un poderoso paso en la senda del restablecimiento de la verdad y la justicia histórica».
Menos agradable fue la conversación telefónica que mantuvo el viernes Biden con su homólogo de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en la que le confirmó que reconocería el genocidio armenio, como ya habían adelantado el miércoles varios medios estadounidenses.
En esa llamada, Biden le expresó su interés por lograr una «gestión eficaz de los desacuerdos», y ambos acordaron reunirse en persona en junio, durante la cumbre de la OTAN en Bruselas.
Será el primer encuentro entre ambos desde la llegada al poder de Biden, quien retrasó durante meses su primera conversación telefónica con Erdogan, un líder con el que mantuvo una relación fría cuando era vicepresidente de Obama.
Los lazos entre Estados Unidos y Turquía se han debilitado en los últimos años, especialmente a raíz del fallido golpe militar de 2016, del que Erdogan culpa al predicador islamista Fethullah Gülen, autoexiliado en Estados Unidos.
Las relaciones se agravaron aún más a raíz de la ofensiva turca contra las milicias kurdosirias en el noreste de Siria en 2019 y la compra por parte de Turquía del sistema de misiles antiaéreos rusos S-400, rechazado por la OTAN, que llevó a Washington a imponer sanciones a Ankara el año pasado.
Lucía Leal