Barranquilla (Colombia), 11 feb – Los congos, los garabatos y la cumbia, fueron los ‘reyes de la tradición’ este domingo en el desfile de la Gran Parada, en el cual 170 agrupaciones exploraron los distintos ritmos y bailes que enmarcan al Carnaval de Barranquilla como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
Este reconocimiento que hace 20 años hizo la Unesco del carnaval más importante de Colombia permitió apreciar en un solo escenario sus danzas, su música, sus ritmos, la diversidad y la herencia generacional que lo mantienen vivo.
Al desfilar, más de 10.000 carnavaleros expusieron el talento, la tradición y la esencia del carnaval en forma de danzas como la cumbia, los congos y los garabatos, además de otras como los diablos arlequines, el mapalé, el son de negros, los toritos, el paloteo, los coyongos y las farotas.
Los disfraces individuales y colectivos deleitaron a los asistentes al Cumbiódromo de la Vía 40, por donde desfilaron figuras como los ‘cabezones’, las ‘gigantonas’, los ‘monocucos’, los ‘indios dorados’, extraterrestres y personajes de tiras cómicas además de una extensa fauna compuesta por tigres, leones, gorilas, elefantes, jirafas, chimpancés y monos aulladores.
Símbolo del Carnaval de Barranquilla
La ‘Danza del torito ribereño’, que nació en enero de 1878 en el barrio Rebolo, en el suroeste de la ciudad, y desde ese año participa en el Carnaval de Barranquilla, está considerada una institución no solamente por lo antiguo de su origen sino porque hace parte del espíritu de las fiestas.
Rafael Macías tiene 52 años y hace parte del ‘torito ribereño’ hace 30. Hoy es uno de los que encabeza la fila de hombres ataviados con telas brillantes y gafas oscuras, cara pintada de blanco con dos círculos rojos y el tradicional turbante del cual cuelga una larga cola adornada con flores y el escudo del club de fútbol Junior, la otra pasión de los barranquilleros.
«Dejaré de bailar en el carnaval el día que las piernas ya no puedan sostenerme y entonces pediré que me traigan cargado», comenta a EFE mientras en una mano sostiene un machete de madera y en la otra una botella que puede ser agua para calmar la sed o licor para alimentar la alegría.
A pocos metros en una silla de ruedas a José Vicente Güete, quien, a sus 87 años y a pesar de las limitaciones de movilidad, sigue siendo el director del Congo Campesino de Galapa, una población del área metropolitana de Barranquilla famosa por los artesanos dedicados a fabricar las máscaras de madera que usan en carnaval.
La folclorista e investigadora cultural Carmen Meléndez explica a EFE que «las expresiones culturales y folclóricas en los desfiles del Carnaval de Barranquilla son la evidencia de la hibridación e interculturalidad de la que se alimentan las fiestas, tomando elementos de diferentes zonas de la región Caribe y el país».
Un ejemplo de cómo a Barranquilla llegaron por el río Magdalena elementos que alimentan el carnaval son la Farotas de Talaigua, en el departamento de Bolívar, que representan la venganza indígena contra los españoles por la explotación de las tribus de la zona durante la Conquista y la Colonia.
Mónica Ospino Dávila, directora de esa danza, cuenta que «la tradición no se perderá mientras contemos con escenarios como este, en el que las comunidades pueden contar sus historias».
Su majestad la cumbia
Con la música que se desprende de los tambores, las maracas, la flauta de millo y las gaitas, cientos de hombres y mujeres, ellas con grandes polleras y ellos de blanco impecable con, con sombrero vueltiao y un pañuelo rojo en el cuello, bailan emparejados el ritmo más emblemático del Carnaval de Barranquilla: su majestad la cumbia.
‘El gallo giro’, ‘La candela viva’, ‘La pollera colorá’, ‘Cumbión de Oro’ y ‘La sabrosa’, son algunos de los nombres de estos colectivos de baile que año tras año se esmeran en sus coreografías con movimientos sensuales, galantes y seductores, para ganarse el Congo de Oro a mejor grupo de cumbia en el principal carnaval de Colombia.
EFE
Hugo Penso Correa