¿Cuál es la policía que necesita el Valle de Aburrá?

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Columna de opinión publicada en el periódico Ciudad Sur

Medellín sería laboratorio de paz con una nueva Policía

Por Luis Fernando Quijano Moreno

En hora buena sale la columna de opinión del director general de la policía general Jorge Hernando Nieto Rojas, el mismo que se atrevió ponerse la paloma de la paz en la solapa del uniforme, que bien le sienta a Colombia este tipo de atrevimientos que muestran que la policía podría estar dando un giro de 180 grados para convertirse en la policía del posacuerdo, posconflicto o posguerra.

La columna en mención titulada “La segunda independencia” el nuevo director de la policía habla de lo que será en el 2020 la institución, resaltaré varios aspectos que creó son importantes antes de escribir sobre la policía que necesitamos en el Medellín metropolitano.

Cree fervientemente en los acuerdos de paz, incluso se avizora a decir lo que estará haciendo la mayoría de los comandantes de las Farc, los ve haciendo política y no como los enemigos de la paz, haciéndole conejo a los acuerdos.

Reconoce la existencia y naturaleza política del conflicto armado social en Colombia, habla de más de 7.000.000 de víctimas no que deja las Farc, sino la guerra de más de cinco décadas donde actores diversos han participado: paramilitares, fuerzas militares y de policía, insurgencia, mafias, sectores del empresariado y la clase política, entre otros.

También habla de los beneficios de la paz y de la importancia del posconflicto que hará crecer al país en varios aspectos: económico, social, político. Dice que en el 2020, Colombia habrá trasegado el camino de la reconciliación nacional y que será un país “con menos cicatrices, más justa, más feliz”.

En la misma línea, ve a los excombatientes como sujetos que ayudarán a sembrar la nueva Colombia y no como criminales; hacedores de paz desde la cotidianidad, de pronto  agricultores, obreros, empleados, universitarios. No obstante, también se atreve a visualizar que un pequeño grupo podría retroceder y embarcarse en las aventuras de la criminalidad y la violencia.

Estoy de acuerdo con el general en todo y eso es positivo, porque me lleva a pensar que es posible un cambio institucional que aleje a la policía de los fantasmas que la agobian: mafia, cartel de oficiales, comunidad del anillo, corrupción y desigualdad reinante dentro de la institución. Sí, Colombia necesita esa policía que anhela su director general y la mayoría de los colombianos: la policía del posconflicto, el posacuerdo, la posguerra.

La policía debe recuperarse, especialmente ahora, que se abre el debate sobre la aparente necesidad de militarizar las ciudades. Error garrafal: imaginémonos en medio de la rivalidad que siempre ha existido entre policías y soldados, los dos patrullando las ciudades y compitiendo deslealmente por quien hace más positivos; la ciudad ya vivió esto y fue nefasto, y sólo dejó muerte goteando por cada esquina durante la guerra contra el sector del cartel de Medellín que lideraba Pablo Escobar, la creación de los Pepes, y el alineamiento de un sector del ejército con Rodrigo Doble Cero -jefe del Bloque Metro de las AUC- contra el sector de la policía que amparaba a Don Berna –al mando del Bloque Cacique Nutibara-.

Además del recuento histórico que nunca dejó acciones positivas, estamos hablando de tener soldados patrullando las calles de las ciudades que están preparados militarmente pero con poca idea de cómo tratar a la ciudadanía; soldados que no estarían autorizados para verificar documentos de identidad, ciudadanos que se podrían oponer a enseñárselos porque ese deber lo tienen sólo ante la policía. ¿Para qué generar nuevas molestias entre Policía y Ejército?

Antes de pensar e implementar este despropósito: ¿por qué no pensar en el Medellín metropolitano como laboratorio de paz y posconflicto? Un lugar donde se moldee la policía del futuro; en estas tierras se experimentaron todo tipo de modelos de guerra y de paz  urbana: paramilitares, paramafiosos, insurgencia urbana conocida como milicias, bandas, convivir, escuadrones de lo que llaman erróneamente limpieza social, pactos entre lo legal e ilegal, y muchas otras cosas. Es hora de experimentar algo nuevo: la nueva policía.

¿Qué tal una policía moderna, justa, defensora de los derechos humanos, blindada contra las dadivas del crimen organizado, respetada por la ciudadanía y temida por los criminales? Varias cosas podrían iniciarse desde ya en un proyecto piloto que involucre ciudadanía activa, organizaciones de la sociedad civil, las diez alcaldías del Valle de Aburrá, la Gobernación de Antioquia, los ministerios de Defensa, Posconflicto e Interior, la Dirección General de la policía y la Meval.

El proyecto debe incluir la depuración inmediata de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá (Meval), iniciando desde su cadena de mando y en orden descendente: oficiales, suboficiales, grado ejecutivo, y patrulleros. También debe haber una modernización y fortalecimiento de la inteligencia.

Igualmente, los patrulleros deberían ser estimulados con prebendas cuando tengan una hoja de vida intachable. Ejemplo: quienes lleven cinco años podrían tener la posibilidad de adquirir vehículos para movilidad, exentos del Iva, y una tasa de interés que no supere el 1% mensual.

Los que lleven 10 años, con inmaculada hoja de vida, podrían recibir préstamos para vivienda digna con intereses no superiores al 1% mensual, además de préstamos para su educación superior, así como la de su cónyuge y sus hijos, que se pagaría con servicio social y la buena conducta del uniformado.

También se deberían construir ciudadelas para los patrulleros y orden ejecutivo, hasta el nivel de intendente jefe, lugares para que vivan con sus familias y no tengan que vivir en las comunas, blindándolos de esta forma ante las amenazas o dadivas del crimen. Y el salario, este debe ser mejorado sustancialmente, un aumento que supere el 60%, para evitar que ingresen a la nómina paralela de la criminalidad.

Ya se acerca la firma del acuerdo de paz con las Farc, el ELN probablemente negociará, y se espera que el gobierno busque el sometimiento total a la justicia de las estructuras paramafiosas Autodefensas Gaitanistas de Colombia –Urabeños- y la Oficina del Valle de Aburrá, que afectan directamente la seguridad urbana. Ante ese nuevo escenario que modifica campos y ciudades, es urgente fortalecer la institución.

Por tal razón, es urgente un cambio en la policía nacional de Colombia, y el cambio puede iniciar –acertadamente- aceptando y propugnando por su traslado al ministerio del Posconflicto, los Derechos Humanos y la Seguridad, para que recobre así su carácter civilista.

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Apunte urbano

¿Por qué no trasladar voluntariamente integrantes del Ejército a la Policía, pasándolos por las escuelas de formación y convirtiéndolos en nuevos miembros del órgano policial? Ya están formados militarmente, sólo falta prepararlos en todo lo relacionado a la Ley, la Constitución, la defensa de los derechos humanos, la paz y el posconflicto,  y la inclusión social, entre otros.