Sao Paulo, 7 marzo de 2022.- Borradas de la historia, privadas de su plena identidad y limitadas por estereotipos, pero determinadas a no bajar la cabeza ante las dificultades a las que se enfrentan desde la esclavitud, las mujeres afrodescendientes siguen luchando y logran ocupar cada vez más espacios en Latinoamérica.
Este es el caso de activistas como Epsy Campbell, actual vicepresidenta de Costa Rica, o Francia Elena Márquez, candidata a la presidencia de Colombia, pero también de otras mujeres negras, cuyas conquistas están lejos de indicar la tan soñada transformación del sistema.
“Que yo consiga romper una barrera no significa que sea una victoria colectiva. Me emocionan mis conquistas y las de tantas otras, pero hay que tener los ojos puestos en el sistema, buscar más políticas públicas que puedan cambiar el panorama”, explicó en una entrevista a la Agencia Efe la fundadora y directora ejecutiva del Instituto Identidades do Brasil (ID_BR), Luana Génot, que lucha por la igualdad racial en el país.
Criada por su madre y su abuela en la perifería de Río de Janeiro, la publicitaria y escritora de 32 años espera poder inspirar a otras mujeres negras e influir cada vez más en políticas públicas relacionadas a la agenda de raza y género, especialmente en Brasil.
En ese sentido, la educadora bilingüe del Museo Afro-Brasil Rosa Couto afirmó a Efe que las oportunidades aparecen de “forma diferente” para las afrodescendientes.
«Una mujer negra (…) siempre tiene que trabajar un poco más, esforzarse un poco más, intentar ser mucho mejor, para lograr conquistas mucho menores que las de algunos blancos», lamentó.
La doctora en Historia y Cultura Social se identifica como mujer amefricana, concepto acuñado por la intelectual brasileña Lélia Gónzalez en la década de 1980 y que se refiere al proceso de descubrir parte de esta historia de las afrodescendientes que fue borrada de la memoria de todo el continente americano debido a ideologías eurocéntricas heredadas del período colonial.
«Cuando no conocemos nuestra historia, de dónde venimos, las relaciones que conforman lo que somos (…) nos sentimos desvinculados, como si no tuviéramos pasado. Este es el caso de la población negra en Brasil y en América Latina, especialmente en los países que pasaron por el mismo proceso de colonización y que tuvieron la esclavitud como base económica», dijo.
Por eso, consideró imprescindible rescatar esta memoria histórica para combatir el racismo estructural a través de una educación centrada en trabajar con la autoestima de mujeres y niñas en el sentido de “aportarles un horizonte de posibilidades, y no reforzar el lugar de inferioridad y subalternidad” que crecen creyendo que es el espacio que deben ocupar.
UNIDAS SON MÁS FUERTES
Entre las conquistas de las mujeres negras en América Latina y el Caribe en los últimos años, Couto destacó el aumento del debate público de las cuestiones de género y raza, un paso importante para impulsar la formulación de políticas públicas.
Sin embargo, este avance se debe, en gran medida, a los movimientos realizados por diferentes grupos de la región que trabajan de forma individual y también coordinada para potenciar el avance de los derechos de las mujeres negras y aumentar su visibilidad en la región.
Un marco en este sentido fue la creación de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, puesta en marcha en un encuentro en República Dominicana en 1992, que tiene como objetivo generar un espacio de articulación y empoderamiento de este sector de la población para la construcción y reconocimiento de «sociedades democráticas, equitativas, justas, multiculturales, libres de racismo, de discriminación racial, sexismo y de exclusión, y promoción de la interculturalidad».
En ese sentido, la representante adjunta de ONU Mujeres en Brasil, Ana Carolina Querino, explicó a Efe que la importancia de esta unión transnacional es tratar la perspectiva como un fenómeno común en la región, posibilitando el intercambio de experiencias, la discusión de problemas comunes, que ganan contornos específicos según cada país de la región.
«Las activistas pueden discutir qué especificidades traen desde sus países, pueden formar agendas, pueden articular cómo influir en foros internacionales, cómo diversificar las narrativas, así que estos son los principales logros», concluyó.
Ana Paula Chain
EFE