Palabras del Presidente Gustavo Petro en la Minga por la “Transformación, la Vida y la Democracia” convocada en Cali

FECHA:

Cali, marzo 15 de 2024

A todas y todos, porque aquí no solamente está la gente física que nos acompaña, que me escucha​, sino todo el pueblo de Colombia, que a partir de los canales de comunicación terminan enterándose de lo que aquí decimos.

Así no se quiera transmitir, porque ya hay mucha comunicación en Colombia y tiene que haber muchísima más.

Entre más comunicación, más paz. Entre menos comunicación entre nosotros lo que habrá es más violencia. La comunicación está ligada a la paz o a su contrario.

En este lugar, ustedes me traen una interpretación del momento, de las cosas que hay que hacer, de sus debates, de sus conclusiones, de debate sociales, entre diferentes fuerzas étnicas y populares, fuerzas del pueblo.

Aquí en este lugar se reúne el pueblo. Somos el pueblo decían hace dos siglos y medio cuando quisieron fundar una república.

Eran indudablemente indígenas también, seguro que negros y negras, seguro que gente del campo, que era la mayoría de Colombia. Seguro que jovencísimos casi todos y todas. Seguro que había intelectuales que habían leído algunos de los libros que hablaban de que el rey no es el soberano, sino que el pueblo es el soberano.

Y entonces dijeron, nosotros el común, recuerden por allá en un pueblo de Santander, Gloria (Inés Ramírez, ministra del Trabajo). Nosotros, el común. Socorro, creo que fue.

Pues aquí tenemos que decir nosotros el pueblo, que tiene que construir cosas en común.

En este momento escucho sus propuestas, pero quiero que, en este diálogo entre gobierno y pueblo, y es un momento democrático, también se escuche mi interpretación de lo que creo está pasando.

No en cualquier calle, no en cualquier ciudad. Lo que está pasando en la historia de Colombia en un sitio como este, que es simbólico, que es un símbolo.

No es por lo bello o porque no. No es porque los árboles están así o asá. No es por su forma urbanística, su espacio. No es por el monumento que está aquí a mi espalda y unos critican. No es por sus colores y su forma solamente. Es por lo que simboliza este espacio para toda Colombia: la resistencia.

Nosotros venimos de la resistencia. Qué más.

Y es que aquí no estaban los españoles y vinieron a sojuzgar –¿o no fue así?–, a poner unos seres humanos a su servicio, sin que eso estuviera escrito en ninguna ley humana o en ninguna ley natural o en ninguna ley divina, si queremos hablar también en esos términos.

¿En qué ley estaba escrito que aquí tenían que venir a poner unos seres humanos a su servicio, y en qué ley estaba escrita, de la historia del planeta, el que aquí pudieran traer un pueblo a la fuerza, venido de un lugar lejano, como África, y esclavizarlo? ¿Quién dijo que eso estaba escrito en la ley?

¿Y quién dijo entonces que las mezclas de esos pueblos se tenían que volver siervos, rebaños ciegos llevados siempre o, a la guerra o a la violencia, o a veces a las elecciones para elegir a los patrones, los blancos, los pudientes, los que sojuzgaron a los indígenas y los que esclavizaron a los negros y los que condujeron al pueblo colombiano al eterno engaño, mientras se quedaban con su riqueza, con su oro, con su plata, con todo lo que podía sonar y contar como riqueza?

El monumento entonces no son unos colores.

El monumento simboliza lo que esa gente indígena sintió durante cinco siglos. Sojuzgados, resistiendo, guardando su idioma, porque no era permitido. Guardando sus cosas religiosas porque eran avasalladas. Guardando sus sitios sagrados porque eran pisoteados, porque las señoras de alcurnia se burlaban del que tuviera la piel indígena. Indios, les decían peyorativamente, como si se tratara de seres inferiores o de animales.

¿No ha sido así durante estos cinco siglos? ¿Y no ha sido así, quizás peor, con el pueblo negro de Colombia?

A veces me tendrán que perdonar la tos, por los bronquios inflamados de tanto hablar, pero aquí hablaremos. La tos no será impedimento, también la podemos resistir.

¿Los negros y las negras acaso no sufrieron en Colombia? ¿Qué sentirían esos centenares de miles de personas en los barcos, arrojándose al mar muchas veces, para escapar sin saber a dónde iban a llegar, y cuando empezaron a entender, en medio de las cadenas, qué leyes que se inventaban sus supuestos dueños decían que ellos y sus hijos y sus nietos y por toda la eternidad serían sus esclavos, su propiedad privada?

Claro que la resistencia tenía que nacer. En los tambores, en las lenguas, en las culturas y sobre todo escapando, construyendo territorio, construyendo la aldea donde vivir con la mujer libre, en paz, con los hijos, tratando de aprender las nuevas lenguas, tratando de sobrevivir la resistencia, en una sobrevivencia.

Y qué dirían esos campesinos que después por millones poblaron nuestro país, sembraron y con el surco y bajo el sol cultivaron la tierra, para vivir siempre en la miseria, ¿para que nunca hubiera una escuela pública que le enseñara a su hijo, para que nunca hubiera una oportunidad para su hija pudiera entrar a estudiar una carrera en la universidad? ¿Para qué se le llevara como carne de cañón a las violencias, a los ejércitos, para que les enseñaran solamente no solamente cómo manejar el asador, sino como disparar un fusil en contra de su propio hermano, porque desde hace dos siglos, en medio de esta resistencia, la oligarquía colombiana enfrenta al pueblo contra el pueblo para que nunca lo pueda destronar? 

Este monumento simboliza todo ese sufrimiento, todo ese dolor, toda esa resistencia y todas esas ganas de vencer, porque el pueblo colombiano no quiere ser un pueblo derrotado en la historia. Porque el pueblo colombiano tiene con qué, tiene la fuerza espiritual, lo acompañan los espíritus de la cultura, de los tambores, de las gaitas. Lo acompañan las culturas de las músicas, del sentir en el corazón, que cuando se vuelve pasión y encuentra que no se trata de matar al hermano, de golpear a la hermana, de regañar al hijo, de hastiarse de su propia existencia, sino de unirse con el otro y con la otra, entonces se encuentra el camino de la historia.

Declarar monumento nacional

Y aquí en esta reunión se trata de ver, entonces, junto a este monumento simbólico que a mí me gustaría que el Ministerio de Cultura lanzara un grito de rebeldía, porque es que los funcionarios si no son rebeldes en este gobierno no funcionan.

Si los monumentos nacionales se decretan materiales, porque son parte de nuestra historia –muchos de los conquistadores son monumentos, no de los conquistados–, ¿cómo una imagen cómo el Belalcázar esclavista derribado le costó tanto ver a la oligarquía? ¿No se sentía representada en los indígenas que tumbaban al conquistador y la esclavitud, se sentían representados era en el esclavista blanco que caía con su caballo por la fuerza del pueblo? ¿Dónde estaba el corazón de ellos? No era con el indígena era con el esclavista.

Bueno, a mí me gustaría que, si esos lugares históricos son monumentos, y el conquistador con su caballo debe ser respetado, porque es parte de la historia, que nos enseñe que aquí nos pisotearon con los caballos.

Que si hay monumentos nacionales que tienen que ver, dicen, inmateriales, con la música hermosa, con nuestra cultura. Que, si hay monumentos de la historia, porque por aquí pasó Bolívar o allá hubo una de las tantas batallas de las guerras internas de Colombia, aquí también hay una historia. Aquí tiene también una sensibilidad. Aquí un poco de muchachos se arrastraron para decirle a la oligarquía que no podía pasar, que se acababa la ignominia y que basta ya de la humillación. Que era necesario tener un momento de esperanza, una ilusión.

¿Entonces, no es aquí, este lugar, un monumento histórico?

¿No hay un concejalillo allí que le gusta, apuntar con las pistolas a la gente pobre creyendo derribarlo?

Quieren lo mismo que el conquistador a caballo, llegar aquí con sus pistolas para tumbar el monumento de la resistencia.

Bueno ¿y por qué el Ministerio de Cultura del Gobierno del Cambio no declara este monumento, monumento nacional?

¿La historia se hace así o no se hace?

O somos simplemente espumas, o somos huracán en la historia.

Porque tenemos que reconocernos y no mostrarnos con máscaras.

Nosotros venimos de un lado, tenemos una raíz. No somos espuma, no somos maquillaje. Para eso hay otras personas que pueden hacerlo mejor que nosotros. Ya lo han visto gobernando. Dicen aquí mu, cuando llegan al gobierno dicen paz.

Se consiguen aquí los votos echando un discurso revolucionario y cuando llegan al Congreso se ponen la esvástica.

Nosotros no somos eso. Nosotros decimos lo que pensamos.

No que nos creemos infalibles. No queremos ser soberbios. La soberbia mata.

Pero sabemos de dónde venimos. Nosotros venimos del pueblo y nos han elegido para cambiar a Colombia. Para nada más.

Y al que no le guste en el gobierno eso, pues que se vaya, no nos haga perder el tiempo.

Aquí no venimos para robar. Aquí no venimos para limpiarle las botas al rico banquero del país. Podemos hablar con el de tú a tú, pero él tiene que saber que tiene al frente un ser humano igual, que está expresando los intereses del pueblo y de nadie más. No los de sí mismo; esos quedan aparte para otro momento. Son los intereses del pueblo. 

Nosotros nacimos de esta plaza y de ese monumento.

Nosotros nacimos de la valentía de esa juventud, de esos muchachos y muchachas de barrio que supieron levantarse en resistencia.

Somos la primera línea del cambio

Sí, señora Vicky. Nosotros venimos de la primera línea y nos enorgullecemos.

Rabia me daría, Vicky, con mi propia vida si me escondiera y no hubiera sido parte de una primera línea. 

Yo soy de la primera línea del cambio de Colombia e invito al pueblo de Colombia ponerse en la primera línea, porque toca moverse.

La primera línea del cambio es la paz.

La primera línea del cambio es la democracia. 

La primera línea del cambio es la mujer, es el negro y la negra, es el indígena, es la juventud.

La primera línea del cambio, si es el pueblo, Colombia cambia. 

Ese es el camino que yo propongo aquí ante sus discusiones y su propuesta. 

Venimos de la resistencia, entonces, y ahora somos gobierno.

El pueblo de Colombia, después de esos días aciagos, difíciles, indudablemente que el pueblo de Colombia tenía solidaridades con esa juventud de la calle y observó la respuesta.

La respuesta jamás fue el diálogo. La respuesta jamás fue un gesto amable. La respuesta jamás fue: oiga, muchachos, vengan aquí al palacio y hablamos; veamos qué hacemos.

La respuesta fue quitarles los ojos. La respuesta fue decirle al Fiscal (Francisco) Barbosa: coja los miles que pueda y declárelos terroristas. 

Volvimos a los tiempos de (Julio César) Turbay, cuando yo era un joven. 

A mí me asignaban, entonces, la palabra, siendo estudiante del Externado, de posible subversivo y entonces me tenían que llevar a la tortura, porque era joven, porque pensaba diferente. Porque era un flaco que quería una revolución para Colombia.

Ahora no soy tan flaco. Pero sigo queriendo una revolución para Colombia.

La revolución es volver a evolucionar, volver a poner las cosas sobre otros rieles, cambiar lo que está podrido, lo que ya no nos sirve como sociedad. Cómo podemos avanzar como sociedad en el mundo, cómo podemos ser una sociedad de verdad y hacer parte de la historia de la humanidad en todos los terrenos en la ciencia, en la política o en el arte.

Cómo volvemos a crear Gabrieles García Márquez, cómo volvemos a crear Antonios Nariño y Policarpas Salavarrietas. Cómo aparece María Cano de nuevo. Cómo aparecen tantos pensadores liberales insignes, tantos revolucionarios como Rafael Uribe Uribe. Cómo aparece Gaitán en el alma de millones de colombianos y colombianas y dejamos este pensar fascista, este pensar autodestructor este pensar que piensa que un colombiano es enemigo del otro colombiano. Cuando somos un mismo pueblo, cómo logramos ese camino de la unidad.

Pues esos son los temas en los que creo tenemos que hablar ahora.

Mi gobierno fue elegido por millones de colombianos. Espero que no haya sido una moda.

Elijamos al que habla tanto en el Congreso a ver qué hace, y yo me quedo tranquilo en la cama esperando…

Yo no soy una moda. Jamás me he ido por las modas. No he pensado de una manera así y otra vez asá. Cuando cambia mi pensamiento, es porque he encontrado que estaba equivocado, es porque otras personas me han enseñado que otra manera de pensar es superior a la que tenía. Es porque en mi propia vida en la experiencia y en el contacto con el pueblo, he aprendido muchas cosas y me falta mucho por aprender, y otros lo harán mejor después de mí. 

Pero quiero ser puente en esa historia, para que, como los griegos, al entregar el testimonio, decía Niño, mi compañero de luchas en el Cauca, te pueda él llevar la bandera. O ella, y ella entregársela al otro que sigue y al otro, y así por siglos, así por milenios, de tal manera que ese palpito de ser siempre rebelde y revolucionario se pueda mantener en el alma popular, porque así Colombia será grande, será una gran nación. Así recomenzará el camino que dejó el Libertador Bolívar y Santander, de construir la gran patria.

Obtener más triunfos

Aquí estamos, entonces, después de ese triunfo electoral, que no puede quedar simplemente como el último triunfo popular. 

Hay que obtener más triunfos. Y no solo en las próximas elecciones, sino ahora. 

Después de ganar unas elecciones hay que salir a más luchas, porque se trata no de ganar la elección, simplemente. Se trata es de cambiar a Colombia. 

Y Colombia cambia si cambia su sistema de salud, si cambia su sistema laboral, si cambia su sistema agrario, si cambia su sistema pensional, si cambian las relaciones entre las personas, no simplemente frente a la producción, sino frente al amor, frente al barrio, frente al hijo, frente a la familia, frente a la universidad, frente al libro, frente al computador, frente a la humanidad, las relaciones sociales entre los colombianos.

Si no hay cambio en las relaciones sociales, sea en la producción, sea en la política o en el Estado, sea en el barrio, sea en la familia, no hay cambio en Colombia y eso implica una lucha diaria permanente.

Se buscó un gobierno plural

Y ahí comenzamos a cometer errores, nosotros los del gobierno, yo como presidente.

Construir primero un gobierno que llamé plural. Invité a los candidatos presidenciales del centro que se decían a sí mismos a participar lo hice ingenuamente pensando que fuerzas que no habían triunfado, que podían sumar, ampliar aún más el campo popular. Pero no para que el programa de gobierno se volviera en babas, como algunos programas que presentaron ante la opinión pública. 

No era para volver el programa del cambio un programa baboso. Era para que nos ayudaran a transformar a Colombia, a que se metieran en el camino difícil de pensar en un país diferente, en una sociedad diferente y en un estado diferente.

No lo pensaron así y empezó lo que ya vemos en público. No nos querían. Estaban ahí para aprovechar el puesto, para ver cómo se impedía que los programas de la transformación se volvieran realidad, equivocación del presidente, de nadie más por ingenuo.

Por creer que al ganar uno tiene que ser bondadoso y no usar el triunfo como una especie de venganza, que nunca ha anidado en mi corazón.

No funcionó eso. Algo se avanzó, algo aprendimos el año pasado, pero no hubo mucho avance.

Se armó toda la coalición para frenar el Gobierno del Cambio y hoy lo tenemos al frente.

Les propuso un Acuerdo Nacional, ya no solo para el gobierno, sino para la sociedad colombiana. 

Que quienes se han matado entre sí se hablen. 

Y no matarnos simplemente con las armas –esos son los que más fácilmente pueden hablar–, sino los que han diseñado las políticas. Los que dijeron que los jóvenes que se volvían rebeldes en estos barrios y armaban una barricada, entre otras olvidando las grandes lecciones del siglo XIX, que en Europa enseñaron que no hay que quedarse en el barrio, porque ahí llega el poder al barrio a destruir. Que la barricada ya no es. Que lo que hay es que rodear el poder, ir hacia el poder; no hacer que el poder venga hacia el barrio, porque si el poder viene hacia el barrio destruye el barrio y la vida de sus jóvenes, como así sucedió.

Bueno, les dijimos a esos que hicieron esa política de destruir a los jóvenes, a los que desaparecieron tanta gente en Colombia, que ahora aparece en los cementerios a quienes fusilaron 6.402 jóvenes en Colombia, a los que despojaron de sus tierras a millones de campesinos, a quienes condujeron quitándole el dinero a la educación, a la ignorancia a decenas de millones de jóvenes, se llevaron la plata de las universidades para traer tanques de guerra y aviones supersónicos. A quienes hicieron este país tan injusto, a quienes hicieron que en la OCDE –el club al que pertenece Colombia, de grandes países de la tierra– tuviéramos la tasa de mortalidad más alta, de lejos, que todos los demás países, la tasa de mortalidad infantil. 

El sistema de salud ha matado más

Aquí, entre todos los países de la OCDE, mueren más niños por cada 100.000 habitantes de enfermedades que podrían ser curables.

Y vienen las señoras famosas de la prensa a decirnos que es que tenemos el sistema de salud mejor del mundo, el que tiene la tasa de mortalidad infantil más alta de la OCDE, en donde la gente, en los últimos 10 años, ha muerto porque no se le atendió. Y tenemos el número exacto de personas que murieron en estos últimos 10 años: 340.000 colombianos murieron, pudiendo vivir, si se les hubiera atendido en un hospital o en una clínica.

Más que la violencia armada de Colombia, más que todos esos grupos y el mismo Estado matándose entre sí, en Colombia ha matado más el sistema de salud mercantil que tenemos. Mató 340.000 colombianos en los últimos 10 años mientras se robaban 15 millones de millones de pesos llevados a sus arcas particulares. 

Y entonces ahora nos dicen que no podemos ni debemos reformar la salud. 

Les propusimos hablar. Les propusimos transitar pacíficamente, incluso ocupar los años de este gobierno saliendo de lo viejo, entrando a lo nuevo sin que hubiera los mayores tropiezos, sin que fueran por ubicados económicamente, simplemente para que cesara la exfoliación que las generadoras de energía eléctrica hacen del bolsillo de cada uno de los colombianos que la EPS privadas hacen de los recursos que son públicos no son de ellos con que se atienden a los enfermos en Colombia dejando morir 340.000 y robándose 14 billones de pesos de esa cantidad.

Les dijimos a los fondos privados, hablemos, transitemos, porque si hay una manera para que esos mismos recursos que se cotizan y que el Estado de Colombia entrega para Colpensiones puedan llevarle un plato de sopa y una alcoba, una cama digna, un lugar digno en la existencia a 3 millones de viejas y de viejos en este país.

Oiga, era que el niño fuera atendido allá en el Chocó por un médico. Eso era lo que decíamos.

Oiga, era que la niña no se nos muriera en un ataque del corazón, cuando podía vivir si era atendida, señores dueños de la EPS. 

Era para que no especularan elevando cuarenta veces el precio de las medicinas, explotando al Estado y explotando al pueblo. Era para que se cambiara la fórmula en las tarifas de energía eléctrica, para que pudiera, a través de las tecnologías baratas, que es la energía eléctrica de los grandes embalses del agua y de los grandes, paneles y granjas solares del sol y de los vientos, entregarle al empresario, a la producción, que es la que hace la riqueza, entregarle al pueblo trabajador, que es el que hace la riqueza, entregarle a cada hogar una factura que realmente refleje los costos de la energía eléctrica, que son cuatro veces inferiores a los que se le están pagando.

¿Por qué no se podía llegar a un acuerdo nacional sobre esos temas? ¿Qué les pesa para que no sientan felicidad si el pueblo de Colombia vive mejor y más digno?

¿Qué les molesta si el niño puede ir sano a la escuela?, como dice la canción.

¿Por qué les pesa tanto? 

Porque odian al presidente que lo propone en la mesa. 

Yo no soy de los festines de ellos.  Yo no voy a los prostíbulos donde van ellos. Yo no voy a sus clubes sociales a tomar sin whisky mientras la gente se muere de hambre. 

A mí no me gusta eso. Yo no puedo soportar una oligarquía que se pasea por el mundo mientras su propio pueblo se está muriendo.

Solo los invité a hablar, solo los invité a acordar. No para que me hicieran retroceder.

“Es que lo vamos a meter preso, Petro”, es lo que me decía Barbosa. 

Ahí muestra la señora de la revista innombrable a mi hijo, cómo lo allanaron.

Yo le dije a Barbosa: nunca hablaré con usted ni con ningún fiscal de mi hijo.

Si la hizo, la hizo. Si no, que se defienda como cualquier ciudadano y que sea juzgado como cualquier ciudadano.

Pero ahora se jactan porque van a salir de la Fiscalía mostrando el vídeo donde el CTI allanó, como si fuera Pablo Escobar, su apartamento para mostrar las imágenes de su esposa desnuda y embarazada.

Y la señora de la revista dice: No, los trataron bien.

Ese video tiene que repartirse en el mundo para que sepan cómo la extrema derecha, utilizando la Fiscalía, actuó sobre el hijo del presidente de la República de una manera tan alevosa solo porque el Presidente de la República es de izquierda y es del pueblo.

El Acuerdo Nacional

Pero yo no vengo a hablar de mi familia, no me interesa ese tema personal.

Vengo a hablar de los problemas del pueblo.

No puedo decir que muchos de esos señores pudientes, empresarios, empresarias, gente de la política, no haya pensado que es lo mejor que puede causarle a Colombia el hacer un Acuerdo Nacional.

Tengo que aceptar que muchos se han reunido conmigo, que he hecho procesos de paz entre ellos, que hemos hablado de cómo servirle al pueblo.

Cómo desde la riqueza de ellos se puede ir a Tumaco, se puede ir a tantas zonas excluidas de Colombia y ayudar.

De ellos no depende todo. Depende del mismo pueblo, depende del mismo gobierno cómo se transforma un territorio, como aquí me lo piden ustedes.

Cómo, con qué dineros, con qué fábricas, cómo se hace que el campesino sea dueño de la industrialización agraria. 

Han discutido conmigo sí, han discutido conmigo muchos, cómo se saca el dinero que el Estado les dejó en fondos fiduciarios, quieto, para hacer unas carreteras que terminaron volviéndose problemas judiciales y duermen el sueño de los justos, el dinero allá quieto mientras las necesidades de la gente avanzan.

Muchos han venido a hablar conmigo a decir: solucionemos esto, Petro, y que el dinero vaya a los programas sociales que se necesitan.

Tengo que reconocer que hay una parte del establecimiento colombiano que sí ve en la propuesta del Gobierno del Cambio una posibilidad de camino diferente, una posibilidad de una Gran Colombia en donde todos y todas puedan ganar, incluso ellos, pero sobre todo el pueblo de Colombia. Ven la posibilidad de la paz.

Y por eso no me niego a bajar las banderas de una posibilidad histórica, porque estamos hablando de un momento histórico, de que haya un gobierno de la paz plural o de que haya un Acuerdo Nacional en Colombia.

Pero tengo que decirles que yo no puedo llevar a la gente que confía en mí, a la gente que confía en los cambios, a la gente que quiere y añora y desea una nueva Colombia, a una ingenuidad.

Porque hay otros sectores que lo que nos quieren es traicionar.

Y esto es importante que lo analicemos, porque hay que responderlo con inteligencia.

Por ahí los que siempre quieren acallarnos, porque decían al principio, en mi primer día de gobierno dije algo por ahí, ya ni me acuerdo, y entonces dijeron: el dólar se cayó por lo que dijo Petro, el dólar subió por lo que dijo el Petro.

Y yo me empecé a sentir poderoso porque manejo el dólar. Así hasta con cada palabra se mueve esa vaina. Todo lo que querían, era que no hablara.

Después empezaron que muchos Twitter. A mí no me sacan en la televisión porque sí, sino para hablar porquerías de mí. A veces me asusto cuando prendo un canal de televisión y esto soy yo. Día y noche hablando porquerías de mí. Mentiras y mentiras.

Cuando yo encuentro alguna verdad, porque hay gente que investiga y que dice cosas como buen periodista, trato de coger y decir, oiga, verdad, este señor puede tener razón y  hecho al funcionario en donde está el problema.

Pero el 90% de la información es el intento de que la gente del pueblo no quiera al Gobierno, que ese cariño que hay con Petro en los sectores populares. Porque a mí no me interesa que me abracen en el Club El Nogal. Allá ellos, yo los voy a respetar. Siembro arbolitos al lado para que sea más bonito, como hicimos con el Virrey. Pero no es con su abrazo, aunque yo me contento.

Es más, me sentiría dubitativo. Yo me contento cuando me abraza la indígena de alegría, cuando un obrero en la calle ¡Juas!, me pega el brazo. A mí me da alegría cuando un niño en un barrio popular sale corriendo dice: Petro, Petro… y me abraza, porque sé que ahí hay una sinceridad, hay una comunicación que se pudo establecer desde hace tiempo que tiene que ver con el corazón que tiene que ver con el interés común y popular.

A mí me interesa que el pueblo me quiera. Y ellos lo saben. Por tanto, su información va destinada, no a que los ricos me amen; nunca me van a amar, no me interesa eso, sino a que el pueblo me odie, porque saben que de esa manera hacen “así” y nos tumban del gobierno.

El fiscal Barbosa

Porque su propósito es tumbarnos del gobierno. Eso era lo que quería el fiscal Barbosa.

El fiscal Barbosa quería descubrir, se deshacía viendo cómo allanaba una emisora aquí, allanaba un sindicato allá, cogía un señor y lo metía en las noches con sus fiscales a torturarlos psicológicamente para que dijera: oiga, que le dimos a Petro una plata en la campaña, solo porque mi tesorero gerente puso que el tope de la campaña es 400 millones de pesos, por debajo del tope legal. Y entonces necesitan conseguirse 600 millones. Y uno de ustedes va y les dice oiga, yo voy atestiguar que le di a la campaña de Petro 600 millones.

Como los golpes de Estado en Latinoamérica

Lo vuelven Dios. Dicen ¡Hurra!, tenemos la prueba. Y porque con eso quieren ir a la Comisión de Acusaciones y hacer lo mismo que hicieron con la señora (Dilma) Roussef en Brasil, con el señor obispo que era presidente en Paraguay, con el señor que era presidente en Honduras, con el señor Pedro Castillo, que era presidente en Perú, que fue bajarlo a través de los votos de los parlamentarios.

Claro, los parlamentarios son de la mayoría de los partidos tradicionales. Y ellos dicen está hecho, es una bicoca. Solo hay que traer la excusa y que voten, y al otro día no soy presidente. 

Lo mismo que ocurrió en Bolivia, lo mismo que ocurrió en Perú, lo mismo que ocurrió en Brasil, lo mismo que ocurrió en Honduras, etcétera, un golpe. 

Y entonces esperan que el ejército diga: oiga, no le hacemos caso presidente, que la policía diga no le hacemos caso presidente. No importa que la mayoría del pueblo haya votado por usted.

Eso es lo que están haciendo ahora. Por eso todo ese ruido en la prensa.

No hay diplomáticos en México porque a todos los sacaron con decisiones judiciales 

Y buscan y buscan, y allanan y allanan, y están haciendo más. Hoy no tengo diplomáticos en México. A todos los sacaron con decisiones judiciales. 

Nunca sacaron ni a la señora (Leszli) Kalli del consulado de Miami, activista de extrema derecha.

Pero los funcionarios que nosotros ponemos los sacan al mes con decisiones judiciales. No tengo representantes en México, el único que quedó lo nombró Duque fue al único que no tumbaron.

Persecución contra el Pacto Histórico

Y me dicen que no hay persecución.

Han echado del Congreso, inhabilitando y burlándose del voto popular dos o tres senadores y van por más. Dijeron que la señora de la mesa directiva del Senado de la República, María José Pizarro, no podía estar ahí, a pesar de que la mayoría había votado por ella, la única mujer en las mesas directivas, porque era del Pacto Histórico y no del grupo político MAIS, que hace parte del Pacto Histórico.

Pero para sacar Alexander López entonces dijeron que era del Polo y no del Pacto Histórico ¿o no fue así? La tesis contraria, los mismos magistrados.

Y para sacar el alcalde de Duitama, que es de Colombia humana, porque estuvo apoyando y lo apoyaron los del Polo Democrático, pues ¿cómo no van a apoyar los del Polo Democrático al candidato de Colombia Humana, si hacemos parte del Pacto Histórico? Pero cogen eso para quitarle la alcaldía.

Y ya son diplomáticos, ya son congresistas de elección popular, directivos de la mesa directiva del Congreso, y ya son alcaldes. 

El 99% de los alcaldes del país han sido elegidos de derecha, de centro de izquierda o variopintos, por coaliciones políticas, por varios grupos políticos, pero a ninguno lo sacan. Al que sacan es de Colombia Humana. ¿Por qué?

Por casualidad, porque el presidente no puede hablar de estas cosas y tiene que silenciarse. O porque nos quieren sacar del gobierno.

Igual que tendría que salir el alcalde de Duitama, tendría que salir el Presidente de la República porque el Presidente de la República siendo candidato pues apoyó a los candidatos del Polo, de Colombia humana, del MAIS, hasta del Partido Verde, porque esto es una coalición de fuerzas sociales y políticas.

Nos quieren arrinconar. Tienen tumbar los decretos, quieren tumbar el gobierno del pueblo. 

Acuerdo Nacional

Ese es el momento histórico en el que estamos viviendo. No es el momento de un Acuerdo Nacional como propuse. Pocos respondieron afirmativamente.

Lo que se está fraguando es como no podemos gobernar, cómo se burlan del voto popular, como si no hubieran existido. Algunos incluso por ahí bobaliconamente dicen no es que llegamos por el fraude. No, es que ustedes no existen.

Yo creo, entonces, que un dirigente no puede ocultar las realidades que están pasando. 

En nuestras teorías en la campaña dijimos que las posibilidades del cambio podrían establecerse en una gran alianza progresista entre el gobierno y la justicia, porque lo que necesita Colombia es justicia.

Han intentado por todos los medios hacer romper al gobierno con la justicia, como hizo Uribe. Hasta se inventaron con unos infiltrados una entrada al Palacio de Justicia y toda la prensa, con excepciones, empezó a decir que yo me lo iba a tomar y que iban a masacrar los magistrados y que ya los sacaban en un helicóptero. Y toda la gente viendo por televisión y oyendo radio eso. Y era mentira.

Igual que cuando se inventaron que los venezolanos estaban entrando en los conjuntos de Bogotá y la gente salía con palos para defenderse. Y hasta murió un señor inocentemente porque lo decían en las redes y la gente se lo creyó, y resultó que era una mentira. 

Igualmente, esta vez, pero a través de unos medios de comunicación, se inventaron que el Gobierno había atacado el Palacio de Justicia y a los magistrados para que eligiera rápidamente Fiscal General de la Nación. 

Mentira, construida para generar odio del pueblo contra el gobierno. 

¿Para qué?

Para que, si hay el golpe, el pueblo no salga las calles, se quede en la casa y el momento del triunfo popular pase a la historia definitivamente de Colombia. Eso es lo que están buscando y eso es lo que no podemos permitir.

Nosotros respetamos a la justicia. La justicia respete el voto popular. 

Nosotros respetamos el Congreso de la República. El Congreso de la República respete el voto popular. Nosotros respetamos el voto popular.

Amplia movilización popular por las reformas, la paz se hace con poder popular

Y entonces lo que les decimos es que este momento histórico pasa por la más amplia movilización del pueblo en todos los calles, lugares, veredas y pueblos de Colombia, porque lo que quieren es acabar con este momento histórico.

Igual que quieren acabar con ese monumento. Quieren borrarnos de la historia nacional. Y no es por paranoia; es lo que se está moviendo en la realidad del país.

Podemos cambiar a Colombia. Podemos hacer la reforma a la salud. Podemos hacer la reforma laboral. Podemos hacer la reforma agraria. Podemos construir más igualdad y justicia a estos puntos que ustedes me presentan. Participar en el proceso de paz.

La paz en realidad es la transformación del territorio. La paz se hace con el pueblo. La paz se hace constituyendo el poder popular en el territorio.

¿Qué es poder popular? Que el que decide es el pueblo y se hace a través de instrumentos, de asambleas populares. En los municipios en la vereda, en el departamento. 

Aquí a este punto de la participación, yo le digo que sí, que construyamos el poder popular en el suroccidente de Colombia: Nariño, Cauca y Valle del Cauca como un ejemplo para Colombia.

A lo que los estoy invitando es a las fuerzas indígenas de la región, a las fuerzas negras de la región, ¡ojo!, si nos matamos entre nosotros, nos acabamos.

La violencia en Colombia ya no es el gobierno contra el pueblo. El gobierno somos nosotros.

Hay todavía algunos que no lo creen o que no lo hacen. Pero hoy la violencia entre el pueblo mismo, entre la gente misma del pueblo, entre indígenas y negros metidos en organizaciones que no están colocando la voluntad popular al frente, sino los negocios y eso tiene que acabar.

El revolucionario solo tiene un comandante: el pueblo. No hay más comandante para un o una revolucionaria que el pueblo. Lo otro son tiranías sobre el pueblo, son degradaciones sobre el pueblo. Es no permitirle organizarse libremente. Es no permitirle unirse libremente. Es no permitirle que en libertad tome decisiones allá en su caserío, allá en ese lugar del Pacífico, allá en la montaña, allá junto al volcán, aquí en la gran ciudad.

Por tanto, si queremos la paz, empecemos en esta región del suroccidente constituyendo el poder popular. Ya lo tenemos. Las fuerzas están organizadas mejor que en cualquier lugar del país.

Lo que hay es constituir son los comités municipales populares –llamémoslos así– de coordinadores populares, respetando la diversidad de cada fuerza, de cada quien.

No se trata de imponerle al otro. Se trata de juntarse con el otro, con la otra, en cada municipio del suroccidente de Colombia y se debe extender al resto del país.

Hay que construir el comité coordinador de fuerzas populares abiertos sin exclusiones, pacífico y democrático.

¿Para qué?

En primer lugar para contarle a la población qué es lo que se está haciendo, qué es lo que se quiere cuando hablamos de industrializar a los campesinos agricultores, cuando hablamos de construir las cooperativas, cuando hablamos de crear las unidades de médicos y enfermeras que visiten al niño y a la niña en cada barrio, en cada vereda; cuando hablamos de la reforma agraria, cuando hablamos de la Renta Ciudadana, cuando hablamos de usar el dinero público para darle un bono pensional a cada viejo y vieja que haya vivo en este país.

Eso es lo que queremos organizar entonces la comunidad. Pero va a llegar un momento en donde intenten atentar contra el voto popular.

Y ahí hay que salir. Y ahí no es solo el suroccidente. Ahí es todo el país entero.

Y ahí no está defender el barrio, como hicieron hace dos años. Ahí es a rodear el poder, ahí es a tener el poder popular en paz y en democracia, pero con la contundencia de millones de colombianos y colombianas.

Ojalá eso no tenga que llegar. Ojalá aquí se puedan asentar realmente las instituciones de Colombia y hacerle caso a la Constitución de Colombia; llenarse de pueblo. No saber que su objetivo no es el rico de la generadora eléctrica, sino que su objetivo es el niño con sed en La Guajira; que no es la carbonera que se chupó del agua de La Guajira, sino que es la mujer que no encuentran en el pozo agua para darle de beber al niño o a la niña.

Sí, es el objetivo de las instituciones. El objetivo de la ley no es como un banquero se lleva la plata de los cotizantes —a los cuales nunca le dará una pensión— para el exterior, para otras economías, sino cómo se usa ese dinero en Colombia y cómo, de verdad, puede volverse pensión al cotizante de hoy, pensionado mañana, y cómo el viejo y la vieja de hoy puede tener una pensión.

Y cómo logramos que esa fuerza de la salud pueda salir preparada a la vereda, al campo a llevar la vacuna, a llevar la primera curación, a lograr que la enfermedad pueda retroceder, pueda ser derrotada en el campo, en donde viven los pobres, allá en las regiones de las negritudes, allá en el pueblo excluido, allá en las mayorías nacionales.

Una inmensa movilización en el suroccidente

Les propongo entonces una inmensa movilización en el suroccidente de Colombia.

Otra vez, pero con todos y todas, organizando primero esas coordinadoras populares municipales, organizando el poder popular.

Mostrémosle a Colombia cómo es el poder popular, cómo es que se construye la paz, cómo es que se construye la democracia y cómo es que se construye la historia de Colombia.

Ustedes proponen que la inversión vaya al territorio. Es lo que queremos.

—No puedo extenderme mucho, porque ya hay varios desmayados del cansancio—.

Ustedes proponen que los armados hagan un acuerdo humanitario. Es lo que hemos propuesto en las mesas. Ustedes deben ir a esas mesas, la gente del territorio, y ver lo que pasa allí.

A esos que están armados nosotros no solo les decimos un acuerdo humanitario, sino que ya se acabó la guerra. Que aquí lo que hay es una lucha política y hay que entenderla, no hay una guerra de fusiles. Los fusiles hoy no están contra el pueblo.

Vamos a hacer un examen de lo que hizo el nuevo ESMAD con las niñas y las jóvenes en Medellín y en Bogotá. 

En mi gobierno eso no se hace más. Al pueblo no se le golpea porque algún politiquero se sacia en sus placeres internos pensando que gobernar es golpear a las mujeres al pueblo. 

Eso no va en mi gobierno. Y eso va a tener un proceso y una responsabilidad pública en mi gobierno. Los fusiles no van contra el pueblo. Primero tendrán que ir contra el presidente.

En mi gobierno los fusiles apoyan la Constitución, la democracia y la paz. Y es lo que queremos construir en Colombia.

En mi gobierno, estamos abiertos al diálogo, pero sin inocencias ingenuas. 

Una Asamblea Constituyente

Diálogo sí. Concertación sí. Pero con el pueblo en las calles.

Si las instituciones que hoy tenemos en Colombia no son capaces de estar a la altura de las reformas sociales, que el pueblo a través de su voto decretó demandó y mandó y ordenó, entonces no es el pueblo el que se va a arrodillado hacia su casa derrotado. 

Son las transformaciones de esas instituciones las que se tienen que presentar.

No es el pueblo el que se va. Es la institución la que cambia. Esa es la historia de la democracia y de los pueblos libres.

Y, por tanto, si esta posibilidad de un gobierno electo popularmente en medio de este Estado y bajo la Constitución de Colombia no puede aplicar la Constitución porque lo rodean para no aplicarla y le impiden, entonces Colombia tiene que ir a una Asamblea Nacional Constituyente.

Colombia no se tiene que arrodillar. El triunfo popular del 2022 se respeta. Y la Asamblea Nacional Constituyente debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz y de justicia que es fácil de lograr en Colombia.

Es el pueblo el que tiene la palabra. 

Este presidente llegará hasta donde ustedes digan, cumplirá con estos tres propósitos; el acuerdo humanitario, con ustedes en las mesas; la inversión en el territorio. La semana entrante vamos a los sures, ya pasamos por el Litoral Pacífico.

Y la orden que tiene cada ministro y ministra no es ser un burócrata, oyéndole a los funcionarios del anterior gobierno qué es lo que se debe hacer con el dinero público. Es haciendo los planes con ustedes para llevar el dinero público a las obras que ustedes ordenen. Es transformar el territorio, porque esa es la base de la paz. 

Pero a cambio, compañeros y compañeras –porque yo sé a dónde vamos, la transformación real del país— no le gusta a mucha gente a la que sí le gusta la sangre, la tortura la muerte de la gente, entonces tenemos que derrotarlos, porque vienen por el gobierno quieren paralizarnos y eso no es posible.

Y el método es la paz, no la violencia. El método es organizarnos.

Desde aquí, desde esta Plaza de la Resistencia, ante este monumento de los jóvenes, que es un monumento de su valentía, de su lucha, de su esperanza y de sus sueños, me comprometo y comprometámonos, como fuerzas sociales, a organizar en todo el suroccidente las coordinadoras de fuerzas populares en cada municipio y a invitar al país a hacerlo, a movilizar la población, no 10 mil, 100 mil, 200 mil seres humanos del suroccidente de Colombia, para pedirle a Colombia a toda la gran movilización que permita que el cambio sea posible.

Este presidente se restea hasta donde sea para lograrlo. Ese es mi propósito, es mi voluntad. Y mientras esté vivo lucharé, trabajaré todos los días porque los sueños del pueblo colombiano, la paz de Colombia, la posibilidad de la historia, el País de la Belleza y la Potencia Mundial de la Vida puedan gritarle a toda la humanidad que lo hicimos en Colombia, que demostramos en la historia que es posible cambiar la hora y que es posible que tengamos entonces una sociedad que no se mate entre sí  que no aplaude al genocidio de los niños, que no aplauda la muerte de la naturaleza y que pueda ser vibrante.

Una democracia multicolor, una potencia mundial de la vida, una Colombia Humana.

Gracias. Muy amables, compañeros.

(Fin/pm/gta/gop)

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