En la columna anterior se describieron varias situaciones de algunos de nuestros dirigentes políticos, quienes, para bien o para mal, han tenido en sus manos durante los últimos años el devenir de nuestro país y de una u otra forma han permitido que la verdad se desvanezca en los vericuetos de la politiquería. Sin duda alguna, la lista de políticos considerados los «maestros de la ilusión» es larga, pero lo más preocupante es que los encantadores parecen no conocer de límites y, en la actualidad, todos los poderes del poder público en Colombia se han contagiado de la escabrosa manía de disfrazar la verdad.
La rama ejecutiva, la legislativa y la judicial se han convertido en el escenario perfecto para que algunos «patriotas» demuestren toda su capacidad histriónica, con el agravante de que la «función» termina siendo ovacionada por los ciudadanos de a pie, quienes, confundidos en la maraña de la información de uno y otro lado, terminan defendiendo el sartal de mentiras que se ingenian nuestros «honorables» dirigentes. En definitiva, la gran sacrificada es la sociedad en general, ya que de un lado termina convencida de una realidad de fantasía y por el otro, en muchos casos, asume actuaciones que evocan el proceder de quienes consideran un ejemplo a seguir.
Frente a la terrible realidad que hoy nos avasalla, la incertidumbre se generaliza y los cuestionamientos no se hacen esperar. Nuevamente, ¿a quién creerle?, ¿a el exgobernador de Córdoba, Alejandro Lyons, que conveniente y oportunamente negoció con las autoridades norteamericanas y en la actualidad negocia con la Fiscalía colombiana, y a cambio de información recibirá, por sus múltiples crímenes, entre los que se cuentan el desangre presupuestal de su departamento y posiblemente el homicidio del señor Jairo Alberto Zapa Pérez, jefe de regalías de Córdoba, una sentencia irrisoria y posiblemente termine pagándola en «palacete» por cárcel?
¿O será que termina imponiéndose la «verdad» del exfiscal anticorrupción, Luis Gustavo Moreno, quien, según su propia confesión, armó todo un entramado de corrupción alrededor de algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, con el objeto de cambiar decisiones del alto tribunal que involucraban a renombrados personajes de la política colombiana, entre ellos el mencionado exgobernador de Córdoba, quien terminó como testigo de la DEA para vincular a Moreno al escándalo de corrupción que hoy lo tiene tras las rejas? No puede dejarse de lado la perla del cinismo del exfiscal, quien gracias a su avezada experiencia en la utilización de falsos testigos en los procesos que adelantaba, terminó escribiendo un libro sobre el tema, y que de no destaparse la podredumbre en la que se movía habría terminado como el best seller jurídico del año en Colombia.
Igual, es válido preguntarse, ¿será que quienes tienen la razón son los involucrados por el señor Moreno?; por un lado encontramos al expresidente de la Corte Suprema de Justicia, el señor Leonidas Bustos, quien, al mejor estilo de casi todos nuestros expresidentes de la República, ha basado su defensa en la estrategia del «fue a mis espaldas», «me acabo de enterar», «yo siempre doy la cara», entre otras perlas, y mientras tanto, no ha podido explicar el incremento desbordado de su patrimonio, ni su fluida relación personal y profesional con los demás involucrados, entre los que igualmente se encuentran el exmagistrado Francisco Ricaurte —hoy tras las rejas— y el magistrado Gustavo Malo.
Asimismo, habrá que cuestionarse, ¿es posible entonces que los «adalides» de la verdad sean en últimas los senadores Musa Besaile y Hernán Andrade, al igual que el exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos? Respecto a este último, a pesar de ser mencionado en las grabaciones que las autoridades norteamericanas tienen en su poder, y que dan cuenta de los posibles pagos que algunos implicados habrían realizado a Moreno y a su fiel escudero, el abogado Leonardo Pinilla; Moreno ha afirmado enfáticamente que nunca estuvo involucrado en los referidos actos de corrupción; en lo referente a Hernán Andrade, las investigaciones aún no avanzan y por lo tanto sería prematuro algún pronunciamiento al respecto. Todo lo contrario sucede con el caso del señor Musa Besaile, investigado en la Corte Suprema por presuntos vínculos con grupos paramilitares, quien de acusado ha pasado a acusador, e incluso, ha llegado al extremo de considerarse «víctima» de una extorsión por parte del señor Moreno.
Desafortunadamente el panorama es cada vez más desolador, a diario aparece un nuevo escándalo que hace ver como una nimiedad el anterior, y los implicados, y por ende sus condenables acciones, pasan rápidamente al olvido frente a la opinión pública. Sin embargo, lo más preocupante es que día a día el laberinto al que hemos condenado a la verdad se convierte en una maraña de falacias, verdades a medias, hechos alternativos y posverdades, lo que permite la continua distorsión de la realidad y, por lo tanto, la impunidad de los nigromantes del engaño.
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