Las ligerezas del Mayor General Mendoza

FECHA:

Redacción Análisis Urbano

(Tercera Parte)

El proceder de un general de la República, así sea un mayor general, debe ser de carácter impecable y más aún cuando su nombre se plantea para ser ascendido a uno de los cargos directivos de la Policía Nacional. Como Análisis Urbano recordó en pasados informes, el prontuario de José Ángel Mendoza, especialmente el relacionado a su conducta desde que fue comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá (Meval), lo hace poco meritorio del supuesto ascenso al que posiblemente será postulado.

Al ser un sujeto de vida pública, el comportamiento de Mendoza debe reflejar el correcto proceder de los hombres que conforman una institución encargada de garantizar y mantener en orden la adecuada conducta humana. Pero el mayor general, en actos de cuestionable responsabilidad, se ha caracterizado, al menos en Medellín, por hacer uso frecuente de una ligereza verbal que en ánimo de anunciar positivos termina por deshonrar y calumniar a personas capturadas o retenidas en circunstancias realmente extrañas, que después se sabe son inocentes. No obstante, este oficial nunca rectifica la falsedad de su afirmación y las víctimas de su labia pasan a la memoria colectiva como criminales.

Así lo hizo con Esteban Vanegas, fotógrafo de El Colombiano retenido durante una marcha del día de los trabajadores, a quien acusó de haber agredido a unos policías, acusación que fue desmentida gracias a que el reportero gráfico gravo la escena. La mentira de Mendoza le ocasionó que el director general de la Policía, Rodolfo Palomino, ofreciera disculpas públicas.

Este acto de calumnia es constantemente repetido por Mendoza, pero la mayoría de sus víctimas son jóvenes de barrios populares y de pocos recursos que no cuentan con el apoyo mediático que rodeaba al fotógrafo Vanegas. El oficial hizo lo mismo con Juan Camilo Giraldo, un rapero de la Comuna 13 a quien le decían “Morocho” y que era muy reconocido en el sector por su pasión musical y por su trabajo con la comunidad a través del colectivo al que pertenecía, llamado Semillas con Futuro.

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Imagen del Mayor General Mendoza, comandante de la Regional 6 de la Policía Nacional. Tomada de www.youtube.com

El chico fue asesinado en la Comuna y la explicación que José Ángel Mendoza dio a los medios fue la siguiente: “Lo estaban vinculando con el hurto de algunos elementos y dinero de un bus en un parqueadero y habían dicho que tenía que bajar a hablar con el jefe del combo de Los Santos”. El joven no sólo fue víctima de la violencia que controla el territorio sino que su dignidad fue ensuciada por el general, quien negándose a aceptar la incapacidad de la policía para controlar un territorio, prefiere justificarse culpando a las víctimas de sus propias muertes.

Lo mismo ocurrió con Carlos Alberto Céspedes, el hombre que fue acusado de lanzar la granada en el barrio el Raudal del centro de Medellín, durante el periodo en el que se presentó la guerra al interior de las Convivir. En un principio, el entonces brigadier general José Ángel Mendoza relató que esta persona había sacado la granada luego de tener una riña con otro sujeto en este bar, argumento absolutamente ridículo porque, como cuestiona la revista Semana, “¿quién sale de fiesta con una granada?”.

Al día siguiente, el oficial cambió la versión agregando que el explosivo se detonó producto de una pelea pero no sabía con exactitud si la discusión obedecía a que pertenecían a distintos “combos” o si simplemente fue un comentario que no agrado al sujeto que portaba la granada.

Con estas dos frases emitidas por Mendoza, la vida de Carlos Alberto Céspedes se arruinó y su reputación quedó destruida. Este hombre, trabajador de un local comercial cercano al sitió de los hechos, realmente fue capturado y amenazado por las Convivir del Raudal y, al parecer, fue entregado como sospechoso a la policía quienes se encargaron de agilizar la judicialización.

Carlos Alberto mucho tiempo después salió libre. El caso, lo irregular de su captura,  y las pruebas aportadas eran tan débiles que los cargos en su contra carecieron de asidero y verosimilitud. Cuando retornó a su libertad, José Ángel Mendoza no salió a rectificar sus ligerezas ni a asumir la responsabilidad por este falso positivo. Y así, como este, miles de muchachos fueron y siguen siendo víctimas de la charlatanería del oficial, quien continúa ligero de boca y en total impunidad.

En últimas, está demostrado que José Ángel Mendoza asume que su grado de mayor general y su antiguo cargo de comandante de la Meval, así como su actual dirección de la Regional 6 de la Policía, le dan plena disposición para calumniar, deshonrar, retener y enjuiciar con libre arbitrio. Con este prontuario denunciado, la institución policial y el gobernó nacional debe entender que él es tan sólo un general que no merece ascender.

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