Medellín, Colombia, 10 octubre de 2023.- El fentanilo es una droga tan potente, que en pocos años ha creado una crisis de salud en Estados Unidos, donde las muertes por sobredosis de ese opioide sintético llegaron a 73.798 el año pasado, 202 al día en promedio, una cada siete minutos.
Esto ha hecho del fentanilo un tema de política interna que se ha exacerbado en la medida en que se acercan las elecciones presidenciales de 2024 en ese país. Los políticos de extrema derecha exigen clasificar como “terroristas” a los traficantes de fentanilo, lo que significa que los capos mexicanos y de cualquier otra nacionalidad que comercien esa droga pueden ser atacados en cualquier parte del mundo donde se encuentren, sin importar soberanías nacionales.
Y aunque estas exigencias de la extrema derecha republicana no se han traducido hasta ahora en una modificación de las leyes de seguridad, es un hecho que la presión política y ciudadana es inmensa ante la epidemia de muertes que causa esa droga producida principalmente en China y traficada por cárteles mexicanos y sus aliados en varios países.
Ningún narcotraficante quiere ser considerado “terrorista” por Estados Unidos, un país con un poderoso brazo militar que ha demostrado que, cuando se lo propone, aniquila a sus enemigos. Ser “terrorista” implica un nivel de peligro e incertidumbre permanente mucho mayor que lo que significa ser considerado “extraditable”.
En abril pasado, las estructuras armadas de Medellín y el Valle de Aburrá, conocidas como La Oficina, señalaron en un comunicado su disposición a “coadyuvar en la lucha contra amenazas sobre toda la sociedad, como la producción, comercialización y consumo de drogas químicas como el fentanilo”.
Esta declaración, sin precedentes –no se recuerda a ninguna organización delictiva colombiana renunciando de manera unilateral a un negocio ilegal— fue replicada en otros términos la semana pasada en México por Los Chapitos, la facción del Cártel de Sinaloa encabezada por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, preso en Estados Unidos.
Los Chapitos son ubicados por Estados Unidos como traficantes de fentanilo y la presión de las agencias estadounidenses sobre ellos es cada vez mayor. Ovidio Guzmán, uno de Los Chapitos junto con sus hermanos Iván, Alfredo y Joaquín, fue extraditado el mes pasado de México a Estados Unidos y uno de los cargos que tiene en una corte de Nueva York es por tráfico de fentanilo.
Ante la crisis de salud que vive Estados Unidos, ese país necesita villanos y chivos expiatorios. Algunos narcotraficantes latinoamericanos parecen estar conscientes de ello. Sabe que agencias como la DEA, incapaces de producir resultados en el frente interno y detener el desbordante tráfico de fentanilo y otras sustancias, prefiere buscar chivos expiatorios en América Latina.
Es en ese contexto que la semana pasada aparecieron una docena de carteles instalados en diferentes lugares públicos del estado de Sinaloa, en México, en los que los denominados Chapitos anunciaron su prohibición a la venta, fabricación y transporte de fentanilo.
El mensaje dice lo siguiente: “Atención. Debido a la incesante desinformación de algunos medios de comunicación y la evidente omisión del Gobierno al no investigar y perseguir a los verdaderos culpables de esta epidemia, en Sinaloa queda estrictamente prohibido la venta, fabricación, transporte o cualquier tipo de negocio que involucre a la sustancia conocida como fentanilo, incluyendo la venta de productos químicos para su elaboración. Nunca hemos sido ni seremos afines a ese negocio. Aténgase a las consecuencias. Att: Chapitos”.
A.U.
