Este es un trabajo publicado en la revista mexicana Proceso, Análisis Urbano tiene la autorización para republicarlo.

Por eso, cuando la estación de la DEA en México se enteró de que Holguín Verdugo había viajado de la capital mexicana a la ciudad colombiana de Medellín el pasado 17 de febrero, alertó a la policía antidrogas de Colombia.

Por Rafael Croda

Bogotá, Colombia, abril de 2022.- El mexicano Brian Donaciano Holguín Verdugo es un operador de confianza del jefe de la facción histórica del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) lo sabía.

Por eso, cuando la estación de la DEA en México se enteró de que Holguín Verdugo había viajado de la capital mexicana a la ciudad colombiana de Medellín el pasado 17 de febrero, alertó a la policía antidrogas de Colombia.

EN CONTEXTO

A partir de ese momento, agentes colombianos y estadunidenses comenzaron a seguir el rastro del operador de “El Mayo” en Medellín, donde las cámaras del aeropuerto internacional “José María Córdova” lo mostraron en compañía de una mujer a la que trataba como su pareja, y por varias ciudades del suroccidente de Colombia.

Según una fuente judicial colombiana consultada por Proceso, lo más difícil no fue dar con su paradero, en un lujoso condominio de la zona más exclusiva de Cali (unos 300 kilómetros al suroeste de Bogotá) sino la “carrera contra reloj” que debieron emprender funcionarios de la DEA para obtener en una corte federal en California una orden de captura y extradición de Holguín Verdugo a Estados Unidos.

“Cuando lo ubicamos, no estaba listo el papeleo. La orden internacional de captura (la circular roja de Interpol) salió a principios de este mes (el 1 de abril, horas antes de su captura), pero esa espera permitió conocer detalles inéditos de las operaciones del Cártel de Sinaloa en Colombia”, dice la fuente.

Los investigadores descubrieron que, además de hacer negocios con el Clan del Golfo, la mayor banda criminal colombiana, “El Mayo” Zambada ha estrechado sus relaciones con las llamadas disidencias de las FARC, que son los combatientes de esa exguerrilla que no se acogieron al acuerdo de paz con el gobierno en 2016. 

Antes de ser capturado, Holguín Verdugo, alias “El Pitt”, sostuvo contactos con representantes de los principales jefes de las disidencias, Gentil Duarte y Néstor Gregorio Vera, alias “Iván Mordisco”, con los que coordinó envíos de cocaína a México a través del Pacífico, acordó el precio de esa droga y las armas que enviaría al grupo criminal como parte del pago.

“El Pitt”, un sinaloense de 39 años, robusto, barbado y de 1.82 metros de estatura, viajó incluso custodiado por varios escoltas al suroccidental departamento de Nariño, donde los sembradíos de hoja de coca superan las 30 mil hectáreas y tienen un potencial de producción de unas 240 toneladas de cocaína cada año.

Varios policías antinarcóticos colombianos y personal de la DEA siguieron los pasos de “El Pitt” en Nariño y en los colindantes departamentos de Valle y Cauca, donde las disidencias de Gentil Duarte e “Iván Mordisco” ejercen control territorial de enormes extensiones cocaleras a través de varios frentes y columnas agrupados en el Comando Coordinador de Occidente.

Defensa exprés

El enviado de “El Mayo” se radicó en Cali, capital del departamento del Valle, donde frecuentaba bares y restaurantes de moda en compañía de su llamativa pareja. Los agentes los grabaron hasta en la habitación del departamento de “El Pitt” con poderosos lentes zoom.

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Según la policía colombiana, varios mexicanos rentaron departamentos en las inmediaciones de su residencia para alertarlo sobre movimiento sospechosos. Eran sus “halcones” o “campaneros” de confianza, pero de poco le sirvieron.

Una vez que la DEA tuvo lista la orden de aprehensión y detención y subió a la red de Interpol la circular roja con los datos de “El Pitt”, los agentes que lo seguían y que registraron varios de sus movimientos con equipo de vigilancia electrónica rodearon el edificio donde vivía en Ciudad Jardín, donde los ricos de Cali tienen sus residencias.   

Cuando sus “halcones” le avisaron que había mucho movimiento -al parecer policiaco- en la zona, el ciudadano mexicano llamó por el citófono a la recepción de su edificio, donde un agente antidrogas que se hizo pasar como el portero le confirmó que sí había presencia de uniformados en los alrededores, pero que era la vigilancia de rutina.

En ese momento, en plena madrugada, varios comandos de la policía antinarcóticos allanaron su departamento y lo sometieron con facilidad. Él no se resistió al arresto. Se vistió con una camisa floreada tipo guayabera, pantalón de mezclilla y una gorra negra y se metió varios chicles a la boca que comenzó a mascar con avidez, como para calmar los nervios.

Luego sacó una cajetilla de cigarros Marlboro de los bolsillos de su pantalón y le preguntó a un agente si podía fumar. “No señor, estamos en un procedimiento”, le respondió el policía.

Otro agente le notificó que en ese instante quedaba en calidad de “retenido”, en cumplimiento de una orden de captura distribuida por la Interpol por solicitud de Estados Unidos, país que lo requiere para responder por cargos de “conspiración para distribuir cocaína”.

Según la policía, Holguín Verdugo ofreció a sus captores un soborno de mil millones de pesos colombianos (unos 260 mil dólares) para que le permitieran huir, pero ellos no aceptaron.

Luego de que los agentes le dijeron que en los próximos cinco días hábiles un juez debía definirle su situación judicial, estos lo esposaron y lo trasladaron a una sede de la policía, donde le permitieron ponerse una sudadera de la selección mexicana de futbol para capotear el fresco de la madrugada. Horas después, fue trasladado a Bogotá a un recinto policíaco.

A la misma DEA y a la policía colombiana les sorprendió la rapidez con que abogados de un despacho en Estados Unidos se presentaron en el lugar de reclusión para entrevistarse con “El Pitt” y comenzar a buscar eventuales violaciones al debido proceso para evitar su extradición o, bien, para preparar su defensa en Estados Unidos, lo que según los investigadores confirma la importancia del detenido como operador de “El Mayo” Zambada.

“Una defensa tan rápida y de este nivel sólo ocurre cuando se trata de un extraditable de peso dentro de un grupo criminal”, aseguró uno de ellos.

El director de la Policía Nacional de Colombia, general Jorge Luis Vargas, esperó al viernes 8 de abril para anunciar la captura del enviado del Cártel de Sinaloa. Lo hizo en el marco de la XIII Cumbre de Ameripol que se celebró en la caribeña Barranquilla y que congregó a policías de varios países.

Vargas sostuvo que la detención de “El Pitt” es, hasta ahora, “el resultado más importante” de la policía colombiana contra los enviados de los cárteles mexicanos de la droga.

 La extradición de “El Pitt” a Estados Unidos debe ser autorizada por la Corte Suprema de Justicia de Colombia en un proceso que puede durar varios meses. Vargas dijo que la policía colombiana trabajando con la DEA para mantener mientras tanto al presunto narcotraficante “muy asegurado”.

La vieja guardia

La DEA considera que la lucha intergeneracional que libran por el control del Cártel de Sinaloa “El Mayo” Zambada y los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán en varias ciudades de México ha obligado a ambas facciones a replantear sus alianzas con sus proveedores de cocaína en Colombia.

Según analistas colombianos de inteligencia, “El Mayo” ha afianzado su antigua relación con excomandantes de las FARC que no firmaron el acuerdo de paz y que se mantuvieron en armas al frente de estructuras delictivas.

Uno de ellos es Gentil Duarte, quien ha traficado cocaína desde los 80, primero para financiar la guerra de guerrillas de las FARC y, después, como negocio personal. El exguerrillero, quien tiene bajo su mando a unos mil 500 hombres armados, es el principal jefe de las disidencias y sus operaciones se extienden por el sur y el oriente de Colombia y el suroccidente de Venezuela. Sus relaciones de negocios con “El Mayo” han resistido el paso de los años. 

El ex director de Inteligencia de la Policía Nacional de Colombia, general Jairo Delgado, señala que cuando se establecen ese tipo de contactos “lo que se busca es mantener líneas confiables de comunicación” y ese es el papel que cumplen emisarios como “El Pitt”.

El general retirado y especialista en análisis geopolítico considera que el enviado de “El Mayo” es, en los hechos, “un eslabón estratégico” en la cadena del narcotráfico pues, además de negociar los embarques de cocaína a México y el envío de armas a las disidencias de las FARC, como parte del pago de la droga, “le da mucha certeza al negocio y garantiza su continuidad”.

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Para Delgado, Holguín Verdugo cumple un papel empresarial para el Cártel de Sinaloa, como el de un CEO (siglas en inglés de director ejecutivo) en cualquier compañía trasnacional. 

“El contacto entre cárteles mexicanos y grupos criminales colombianos no es novedoso. Lo novedoso es la forma cada vez más depurada como se maneja el negocio a través de este tipo de contactos que tienen la confianza de los cabecillas, el conocimiento suficiente para hacer tratos y un gran poder económico y de corrupción para moverse por diversas regiones de Colombia”, sostiene el exdirector de inteligencia de la policía.

La captura de “El Pitt”, señala, es un fuerte golpe para “El Mayo” y Gentil Duarte y muestra a la policía colombiana que el trabajo de inteligencia se debe reorientar hacia este tipo de objetivos a fin de determinar quiénes son, de dónde vienen, por dónde se desplazan y cómo actúan.

“Me parece que en ese sentido se va a comenzar a trabajar, porque quedó en evidencia que los nuevos grandes exponentes del negocio del narcotráfico son este tipo de eslabones”, asegura.

Más poderosos que nunca

El director de la Fundación Desarrollo y Paz (Fundepaz), Jesús Arciniegas, dice desde Pasto, la capital de Nariño, que los cárteles mexicanos de la droga tienen cada vez más poder en esa región colombiana que es productora de hoja de coca y tiene decenas de laboratorios donde se procesa la que se cosecha en los vecinos departamentos de Cauca y Putumayo y en los llanos orientales.

Los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación, asegura el activista humanitario y experto en conflicto armado, no solo controlan a través de sus enviados y su músculo financiero todos los eslabones de la cadena del narcotráfico –la producción, la transformación y el tráfico de la droga— sino que tienen “poder de decisión” sobre las diferentes estructuras armadas que participan en ese negocio.

Señala que incluso delegados mexicanos están mediando en las disputas que mantienen en Nariño, en otras regiones del país y hasta en la vecina Venezuela las disidencias de Gentil Duarte y las llamadas “Segunda Marquetalia”, así como el guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN).

“Quieren poner orden, porque esas guerras territoriales están afectando el negocio de la cocaína”, dice Arciniegas, quien tiene un estrecho contacto con las comunidades rurales de esa región suroccidental de Colombia que colinda con Ecuador y en la que “cada vez se ven más mexicanos como ese señor ‘Pitt’ en los pueblos, en los bares… eso no es nuevo aquí”.

Para el exdirector de la Policía Fiscal, general Juan Carlos Buitrago, “es indiscutible la expansión de los cárteles mexicanos en la región” y el monopolio que ejercen sobre la compra, transporte, distribución y comercialización de cocaína desde Colombia hasta Estados Unidos, con extensiones en Europa y Asia.

PROCESO

RC

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