Nueva alborada mafiosa ahogará a Medellín ante la inercia policial

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Una vez más sucederá —como ocurre sin falta desde 2003— la alborada mafiosa con su carga descomunal de pólvora, alcohol y, en muchos casos, estupefacientes, la noche del 30 de noviembre cubrirá la ciudad metropolitana de Medellín.

La  ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano han impulsado, a lo largo de estos años, la campaña: No a la alborada mafiosa; y no nos cansaremos de insistir en que la alborada, que inicia al anochecer del 30 de noviembre y se extiende durante el amanecer del 1 de diciembre, es una celebración que mayoritariamente impulsan las bandas paramilitarizadas que están al servicio de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) —o Clan del Golfo— y la Oficina del Valle de Aburrá —antes Oficina de Envigado—. Bandas independientes como Los Triana y La Agonía también hacen su alborada criminal. Todos ellos son los que queman de toneladas de pólvora.

Esta alborada mafiosa, criminal, no se hace para alegrar a las comunidades aunque muchas caigan en la trampa de creerles, dos razones fundamentales impulsan su celebración ruidosa: la primera, seguir celebrando el triunfo tras la conquista y el proceso de colonización y consolidación en 2002 y 2003, de la ciudad metropolitana de Medellín, la ciudad que un sector de la institucionalidad les entregó en bandeja de plata antes, durante y después de la Operación Orión, que hacía parte del Proyecto Orión: «sembrar de paramilitares a Medellín y el Valle de Aburrá». Ellos celebran, con derroche de recursos económicos que han recogido con las vacunas —extorsión—, la desaparición forzada, el desplazamiento forzado intraurbano, el pagadiario, el tráfico de drogas —microtráfico—, su mayor triunfo: ser el cogobierno criminal urbano.

La segunda razón está ligada a la primera: demostrarle a la institucionalidad y a la ciudadanía que ellos, los criminales, tienen el poder territorial, armado y económico para quemar pólvora a granel a pesar de las prohibiciones y los controles que la institucionalidad dice haber implementado; además, dejando un mensaje implícito: «aquí llevamos décadas y seguiremos décadas más controlando ya que somos parte importante del modelo de seguridad urbano», en últimas, «somos tan necesarios como la institucionalidad».

En 2014, el periodista y escritor Reinaldo Spitaletta, publicaba en El Espectador la columna Alborada mafiosa y paramilitar, en donde se acercaba a algunas de las justificaciones de la criminalidad para celebrar la bulliciosa alborada:

«Y así nació una fiesta espuria, nada que ver con los celebraciones ancestrales, ni con la cultura popular. La alborada, que en rigor es la luz del alba, o tiempo de músicas al amanecer, serenata y dulzura, se tornó desde 2003 en Medellín y el Valle de Aburrá, en estallidos desaforados, en un fragor y estropicios de medianoche que más parecen bombardeos nocturnos.

»Este “aporte” de la cultura mafiosa-paramilitar, que para algunos puede ser una herencia chévere de asesinos y otros bandidos, convierte al vallecito en la noche del 30 de noviembre y en las jóvenes horas del primero de diciembre, en un infierno de pólvora, que produce infartos en perros y gatos, e intranquilidad y malestar en muchas personas.

»No es una festividad ni religiosa ni pagana. No hace parte del acervo cultural del pueblo. Expresa, más bien, la ramplonería, propia de mafiosos y paracos, y de su pútrida mixtura, que en este suelo han tenido incluso los guiños cómplices de empresarios y miembros de la élite. La mal llamada alborada de Medellín es celebración bastarda. Y contra el medio ambiente».

No vaya a pensarse que nuestra campaña es reciente, somos pioneros en sostener que la alborada que lleva más de 15 años ejecutándose con la complicidad de sectores de la institucionalidad es una alborada mafiosa, en otras palabras: traqueta, violenta, irrespetuosa con la víctimas, es una celebración impulsada por criminales que quieren convencer a buena parte de la ciudadanía que lo hacen por amor al barrio, a su gente y sus niños, y además que es inocente a pesar de la pólvora, las balas, el licor y la droga.

En 2016 publicamos el artículo: «Se aproxima la alborada mafiosa. ¿Quién ganará la partida esta vez?», en el que le decíamos al señor alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, al resto de alcaldes del Valle de Aburrá y al gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, que se debería hacer hasta lo imposible para evitar esa celebración criminal. Desafortunadamente la institucionalidad perdió la partida.

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Incluso, a finales de 2016, expresábamos que surgía una nueva razón que era justa para no permitir el estallido de pólvora en la alborada o acompañar esa «celebración»: la solidaridad que debe expresar el pueblo antioqueño con directivos y familiares del club Chapecoense, los periodistas y la tripulación del avión de Lamia.

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En 2017 lo volvimos a decir, no acompañemos la fiesta criminal con su alborada mafiosa, no valieron los ruegos de muchos, la fiesta espuria y criminal se llevó a cabo y como suele suceder cada año, la institucionalidad fue doblegada por el crimen urbano y rural.

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Este 2018 reiteramos nuestro llamado para evitar la alborada mafiosa; lo claro es que casi imposible que no suceda, solamente la institucionalidad y el apoyo de la ciudadanía activa podría impedirlo y eso no será fácil, máxime cuando esta alborada criminal mueve cientos de millones de pesos en tan solo una noche y un amanecer, pero es bueno intentarlo, esperemos que exista una estrategia real, más allá de hacer actos loables legales como una  «fiesta cultural» paralela a la alborada mafiosa, en últimas eso significaría que se está reconociendo la existencia de este evento criminal: «Queremos cambiar la alborada de pólvora por una alborada cultural, con más de 3.500 artistas que estarán por toda la ciudad. En el parque de los Pies descalzos tendremos el Festival de Navidad desde las 7 de la noche y el “Ritual de Encendido” será este viernes 30 de noviembre en el Parque Norte», expresó el alcalde Gutiérrez.

Nuevamente se propone que se debería diseñar un plan de contingencia que ponga en máxima alerta a la Policía y al Ejército, incluso pidiendo apoyo al Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y se tomen preventivamente a Medellín y el resto del Valle de Aburrá, mostrando la efectividad de los cuadrantes y de la inteligencia estatal, resaltando en la práctica que el Estado Social de Derecho y su institucionalidad mandan en el Valle de Aburrá. Esperamos no se dejen ganar la partida del crimen urbano-rural, ejerzan la presión necesaria para evitar que quemen toneladas de pólvora detonante y repartan alucinógenos indiscriminadamente. Ustedes, como institucionalidad, conocen mejor que nadie los puntos donde se concentrará la alborada. ¿Será que por fin le ganarán al crimen la partida? Esperamos que sí.

Finalmente, le recordamos a todos los que habitan el Valle de Aburrá que el estallido del 30 de noviembre y amanecer del 1 de diciembre es ensordecedor y nefasto para animales, seres humanos, medio ambiente y para la democracia de la subregión del Valle de Aburrá. Es el día en que el crimen urbano muestra quién cogobierna. Ahí en donde la institucionalidad debe actuar y evitar que esa peor noche sea la plataforma visible de no menos de 500 bandas paramilitarizadas al servicio de la Oficina del Valle de Aburrá y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).

En la mañana del sábado 1.° de diciembre, día laboral para muchos, es necesario hacer el balance de lo ocurrido y sabremos si la ciudad, como ha venido ocurriendo desde hace más de una década, se convierte de nuevo en una explosión masiva y sincronizada de pólvora, o si, por el contrario, prima el afecto, la solidaridad, el orden y la sana convivencia.

Apunte Urbano

Nuevamente se debe reiterar que la mayoría de ciudadanos que participan en la alborada mafiosa son gente buena y luchadora que pueden no saber los orígenes de esta. Esperamos que este año ellos hagan la diferencia y empiecen a cambiar el estado de cosas impuesto por el régimen criminal, ese que los vacuna, constriñe, envenena con droga a sus hijos, los esclaviza con el pagadiario, explota sexualmente a sus niñas, niños y adolescentes, ese que recluta forzadamente a sus hijos y que le impone un modo de vida que los lleva a vivir la esclavitud moderna.

Desde la ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano invitamos a que vuelvan a celebrar la alborada como en antaño, en paz, al lado de la familia y sus vecinos, en medio de luces, pitos y la tradicional chocolatada.

Este año el crimen urbano y rural representado en la Oficina del Valle de Aburrá con sus dos líneas militares, por un lado la Alianza Criminal del Norte (línea 80) y la Confederación Criminal de Medellín (línea 20) al igual que las AGC y bandas criminales como Los Triana, han mostrado su deseo de transitar el camino de la paz a pesar de que la Ley de Sometimiento 1908 no llena sus expectativas, todos ellos juntos deberían hacer que este inicio de la temporada decembrina sea diferente, no una alborada mafiosa más, una fiesta de integración en las comunidades como preámbulo a una nueva búsqueda de la paz urbana en 2019. El que lo haga tendrá puntos a favor, creemos que algunos sectores de la criminalidad lo están considerando. Amanecerá y veremos.