París, 2 mar– Condenado a un año de prisión firme por corrupción y tráfico de influencias, el expresidente francés Nicolas Sarkozy deja huérfana a la derecha de su país, a año y medio de las presidenciales y sin que ningún candidato haya emergido para llevar la bandera conservadora.
Aunque retirado de la primera línea de la política desde que en 2016 fracasó en su intento de volver a ser el cartel electoral de la derecha, la voz de Sarkozy no ha dejado de influir en su campo político.
Buena prueba de ello es que, tras conocerse este lunes su condena, la primera a prisión firme dictada contra un antiguo inquilino del Elíseo, los conservadores se apresuraron más a cargar contra los jueces que a desmarcarse del ajusticiado.
Para el politólogo Pascal Perrineau, la sentencia deja fuera a Sarkozy no solo de la carrera presidencial, sino también de su capacidad de influencia en la derecha, una posición que el expresidente se había trabajado estos últimos años.
«Sigue siendo uno de los líderes más populares, tiene una cuota de seguimiento muy alta, pero ahora no podrá traducirse en un éxito público al estar condenado. Su margen de maniobra ha quedado tremendamente limitado. Sarkozy está privado de su poder de influencia», asegura a Efe.
ESPADA DE DAMOCLES
El expresidente se apresuró a recurrir la sentencia y eso borra de forma momentánea la pena de prisión, pero difícilmente podrá convertirse en un elemento influyente con esa espada de Damocles sobre su cabeza.
Perrineau cree que Sarkozy, que públicamente repetía que estaba fuera del escenario político, aguardaba en realidad la llamada de sus correligionarios frente a la ausencia de otro candidato con fuerza.
En noviembre pasado, el expresidente alimentaba la ambigüedad sobre sus intenciones en las presidenciales: «Veremos en su momento qué utilidad puedo tener».
«Mucha», explica el analista, si los magistrados del Correccional de París hubieran despejado la primera de las piedras judiciales que se ciernen en el horizonte de Sarkozy, pero «apenas» en la situación actual.
El profesor de Ciencias Políticas Bruno Cautrès, por su parte, considera que «el sarkozismo» seguirá teniendo influencia y que será difícil que alguien reniegue de él.
«Es el último político de la derecha que ha ganado las presidenciales, eso le otorga una legitimidad», explica a Efe el analista.
Recoger ahora el estandarte de la derecha conllevará «una particular habilidad», puesto que «no se puede criticar a Sarkozy, pero tampoco conviene aparecer demasiado cerca de él».
A esa labor de delicada equidistancia se han lanzado ya las figuras que de forma más clara se han posicionado de cara a liderar la derecha en las presidenciales de 2022.
«Espero que lave su honor en apelación», consideró el presidente de la región Norte, Xavier Bertrand, mientras que su colega de la región de París, Valérie Pécresse, reafirmó «todo el respeto» al exmandatario.
DEFLAGRACIÓN POLÍTICA
El tercero en discordia, Bruno Retailleau, actual patrón de Los Republicanos en el Senado y portador de una vía más conservadora, consideró «extremadamente dura la condena pese a la debilidad de los hechos» y pidió «presunción de inocencia» mientras el caso siga la vía judicial.
Su partido ha sido más duro y ha atacado de forma fuerte a la justicia, sin un ápice de autocrítica con el expresidente.
Sarkozy recibió muestras de apoyo incluso del actual ministro del Interior, Gérald Darmanin, durante mucho tiempo considerado su delfín político hasta que cruzó la frontera para unirse a Emmanuel Macron.
Perrineau sostiene que la condena a cárcel firme a un expresidente es «una deflagración» que afecta a toda la clase política en un momento en el que la sociedad desconfía de sus servidores públicos, aunque Cautrès matiza que puede tener un efecto positivo, el de demostrar que la justicia es igual para todos.
La líder ultraderechista Marine Le Pen, a quien todos los sondeos auguran una silla en la segunda vuelta de las presidenciales de 2022, estima que el caso por el que Sarkozy fue condenado estaba «viciado de partida» y acusa a los jueces de querer inmiscuirse en la política.
Ella misma tiene cuentas pendientes con la justicia, que investiga la presunta financiación ilegal de su partido, pero no parece que estén haciendo flaquear a su base electoral.
La derecha tradicional, sin embargo, ha visto sentenciados a sus dos últimos cabezas de cártel. El año pasado François Fillon, que fue el primer ministro durante todo el mandato presidencial de Sarkozy, fue condenado a dos años de prisión firme por desvío de fondos públicos.