Un pacto por la reconciliación entre víctimas, soldados y exFarc

FECHA:

Después de trabajar de manera individual, madres de militares muertos en el conflicto, soldados en condición de discapacidad y miembros de la antigua guerrilla de las Farc firmaron un pacto de perdón que esperan seguir desarrollando en los próximos meses.

Aidée Forero perdió a su hijo dos veces. La primera fue en enero de 2013, cuando el Ejército, en una operación irregular, lo reclutó como soldado bachiller. Se lo llevaron para Arauca, a combatir como si estuviera entrenado, como si hubiera podido decidir su participación en la guerra. La segunda sucedió el 23 de agosto de ese mismo año, cuando se lo devolvieron dentro de un ataúd. “Entonces usted podrá entender el dolor que uno como madre siente porque uno nunca piensa que se lleven a los muchachos y los entreguen en estas condiciones. Y más porque él iba era a prestar un servicio por un documento que exige el Estado”, dice Forero.

Su hijo se llamaba David Sebastián Galvis Forero, era el quinto de seis hijos y tenía sueños que, dice su madre, fueron truncados mientras a ella le destruían la vida. Entró en depresión y tenía mucha rabia, hasta que ella misma dijo: mi hijo no me hubiera querido ver así. Tengo que recuperar su memoria. Entonces inició el primer proceso de reconciliación, cuando participó en el libro Almas que escriben, en el que había un excombatiente. “No fue fácil porque en mi memoria tenía que todos los guerrilleros son crueles, sanguinarios, que no les importa nada. Pero desde ahí estoy trabajando por esto”.

En esos días de renacer desde la memoria, Forero se unió también a otras madres que habían pasado por lo mismo que ella, y que se conocieron en medio de la atención del Ejército. Conformaron la Fundación Color y Esperanza por Nuestros Héroes y empezaron a trabajar juntas. Desde hace tiempo querían acercarse al otro sector, a los que fueron los enemigos de sus hijos en la guerra: los antiguos miembros de la guerrilla de las Farc. Ese encuentro sucedió este 26 de febrero en Bogotá. Durante dos días, las madres, junto a un grupo de soldados que perdieron sus miembros en accidentes con minas o en combates, se reunieron con integrantes del ahora partido FARC. Entre ellos, Rodrigo Londoño, quien fue el máximo jefe de la guerrilla y quien firmó el acuerdo de paz con el Estado.

Ese encuentro fue posible gracias a una estrategia apoyada por la Embajada de Noruega e implementado por Pnud, en la que Bertha Lucía Fries, sobreviviente del atentando al Club El Nogal, cometido por las Farc en el año 2003, fungió como facilitadora.

Las madres querían conocer a quienes habían integrado la guerrilla. En esta búsqueda se reunieron antes con las mujeres del ahora partido político. Lo mismo querían hacer los soldados sobrevivientes, por eso asistieron al encuentro en el que, por iniciativa común, decidieron dar el primer paso para un gran Pacto de Perdón y Reconciliación.

Pero no fue tan sencillo como verse y conversar tranquilamente. Fries dice que había mucho dolor y mucha rabia. Resentimiento. Por eso era necesario trabajar, construir. El primer día del encuentro solo estuvieron las madres y los soldados. Ahí construyeron la línea de tiempo de las víctimas militares y dibujaron los hechos dolorosos. El segundo día, ya la actitud era otra. Fries dice que “es como un parto”. Es necesaria una preparación, un proceso, y luego sale el resultado.

Aideé Forero habla sobre eso. “Para mí fue muy fuerte ver hoy al señor “Timochenko”, pero entiende uno que él quedó, mientras Iván Márquez se retiró. Yo no puedo seguir con esa rabia, porque eso lo enferma a uno. Y si nosotras como madres, que nos quitaron a nuestros hijos, que pusimos nuestros hijos para la guerra, no damos el primer paso para una reconciliación verdadera, entonces seguiremos en la misma guerra”.

Rodrigo Londoño, a quien se refiere Forero, dice que asistió a este encuentro como un compromiso moral. “Nuestra tarea ahora es que no se vuelva a dar, revivir los muertos es imposible, reponer las piernas es imposible, pero sí podemos ayudarles a que tengan una vida digna. Es un pacto que empezamos a construir”.

A esto se refiere también Nelson Ramírez, un soldado profesional que hace 12 años fue víctima de una mina antipersonal instalada por las Farc, que le causó amputación de una pierna por debajo de la rodilla. “Estamos en un diálogo en el cual pudimos vivir de corazón el perdón, un perdón que ha sanado heridas de muchos años y que el dolor y la tristeza nos ha inundado a estos soldados, a estas madres, a estas viudas, y que hemos tomado la decisión de dejar de lado tanto odio y pasar la página. Pero también era importante que se hiciera presente la Farc para poder, conjuntamente, llegar a un pacto de perdón y reconciliación que pudiera construirse desde el primer paso”.

En este primer paso hay preguntas y también compromisos. Las madres esperan que haya más encuentros, que puedan trabajar también por los soldados “que están totalmente desprotegidos. De Farc esperamos que nos colaboren y que haya un compromiso serio de verdad, que cuenten qué pasó con nuestros familiares, que reconozcan que esto sucedió. Este es un primer paso, nosotras queremos que todo el mundo se una a esto”, dice Delsa Vanegas Hernández, madre del soldado profesional Luis Antonio Cabrera Vanegas, asesinado el 12 de abril de 2015 en una emboscada en Solano (Caquetá) por el Frente 15 de las Farc.

A esta petición, Londoño respondió que sí tienen un compromiso con la verdad. “Es muy difícil, es un conflicto de más de 50 años. Aquí cada una de ellas planteó inquietudes sobre qué fue lo que en realidad pasó donde murieron sus hijos. Difícil conocerlo, pero hay cosas que quedamos con el compromiso de averiguar, porque, por ejemplo, hay una que no sabe si quien le llevaron en el ataúd es realmente su hijo. El compromiso es buscar entre nuestra gente quién puede aportar para que ella quede más tranquila”.

Aideé Forero, por su parte, es enfática en hablar de que este pacto significa una construcción colectiva, pero también invita a otras madres a que se abran al perdón. “Realmente se siente una descarga emocional muy fuerte, pero al mismo tiempo alivia el alma y el espíritu”.

Tomado de El Espectador

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