¿Lucro o servicio?

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Por Maveza 

En estos tiempos de turbulencia y desasosiego para la profesión del Derecho, especialmente para aquellos que ejercen la máxima autoridad judicial, vale la pena rescatar de las bibliotecas jurídicas el libro El alma de la toga, del escritor Ángel Ossorio y Gallardo. Este, más que un texto jurídico, se convierte en un llamado de atención a todos aquellos que deciden recorrer el camino de la abogacía. Ilusiones, sueños, esperanzas, deseos de agradar, ambición de una excelente posición social, entre muchas otras motivaciones, pueden quedarse en meras intenciones. Sin embargo, al parecer, y según los últimos hechos de corrupción judicial, algunos solamente persiguen el lucro personal a cualquier precio, incluso a costa de manchar la dignidad de los cargos que ejercen.

El Derecho, sin duda, debe ser entendido como una profesión de servicio con una gran responsabilidad social, razón para no seguir construyendo una imagen negativa de tan noble disciplina. En nuestro medio, al igual que lo narra el autor en su libro, los abogados reciben críticas y elogios inmerecidos. En la actualidad, en nuestro país, encontramos la nefasta corrupción de las Altas Cortes, que no amerita más que el rechazo generalizado a tan execrable conducta, sin embargo, ello no puede empañar la encomiosa labor de innumerables jueces, funcionarios judiciales y togados que realizan a cabalidad y con gran sentido ético su labor diaria.

Y es por ello que para alcanzar el verdadero sitial que merece este noble oficio es necesario empezar desde las aulas universitarias a impartir una formación integral, fundamentada no solo en la técnica jurídica sino en los valores éticos y morales vigentes en cada sociedad, logrando de esta manera obtener excelentes seres humanos antes que simples técnicos jurídicos. Ya el profesional integralmente formado se enfrentará en el desempeño de su actividad a una serie de vicisitudes que pondrán a prueba su idoneidad; algunos ejemplos a continuación:

  • Decidir entre lo legal y lo legítimo; en innumerables ocasiones lo expresado en la ley puede ir en contravía de los principios del jurista, en este caso su moral se vería enfrentada a la ley.
  • Actuar de manera ética u obtener beneficios personales; las prebendas económicas, sociales o políticas pueden poner a prueba su rectitud de conciencia.
  • Utilizar estrategias para dilatar los procesos; la defensa de un inocente a veces exige recurrir a métodos poco ortodoxos.
  • Sensibilidad vs. razón, ¿cuál de las dos debe primar?
  • Realizar otras funciones sociales diferentes al desempeño de la profesión; la más clara: intervenir o no en política.

La lista de situaciones a las que se ve enfrentado el profesional del derecho sería interminable, pero para salir avante de todas ellas es necesario, como se expresó algunas líneas atrás, que el abogado posea una formación integral humanista; primero debe ser «persona», antes que especialista jurídico. Para lograr su integralidad, el profesional del Derecho debe contar con una lista interminable de cualidades, verbigracia:

  • Que en él, prime la ética sobre la técnica.
  • Confianza en sí mismo, fundamentada en su preparación académica.
  • Amar la justicia, la libertad, la dignidad humana y la vida.
  • Mantenerse en constante evolución por medio de la lectura y el estudio.
  • Estar dispuesto a sacrificar sus intereses personales en aras del interés general.
  • Defender, hasta con su vida, a los débiles frente a los poderosos.
  • Ser cordial, amable, sincero, honesto, libre de prejuicios y dominar el arte de la oralidad.

Ese es el gran reto, hombres íntegros dispuestos a sacrificarse por la causa de la Justicia, encaminada a terminar con la exclusión, la diferenciación política, económica, social y cultural, el abuso del poder, la insensibilidad social y tantos otros factores que tienen al mundo sumido en la pobreza, la desigualdad, la violencia, la indiferencia y el analfabetismo, entre otros problemas. No podemos seguir premiando la apariencia, la inmoralidad, el hecho de que los jueces desarrollen el ejercicio pervertidor de la política en detrimento de los altos ideales de la Justicia, es hora de que la sociedad civil tome las riendas del país y promueva el cambio de nuestra infame dirigencia.

Pero más que una queja, lo anterior debe ser una invitación a entender el papel protagónico que está llamado a desempeñar el profesional del Derecho, y que debe llevarlo a convertirse en adalid del cambio estructural que reclama a gritos la sociedad mundial, más aún, para quienes logran escalar hasta las más altas dignidades judiciales, pero, lamentablemente, el lado corruptor de la política parece que ha hecho metástasis y ha logrado contaminar todas las esferas del poder público en Colombia. Por lo anterior es que hoy lamentablemente en Colombia no se habla con orgullo del «alma de la toga», sino que se investiga el «cartel de la toga». 

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