En 2017 se empezó a rumorar sobre la presencia de algunos venezolanos en Medellín que harían parte del crimen urbano. Al parecer, un nuevo combo, conocido como Los Venecos, elevaría a 36 el número de grupos que operan ilegalmente en la comuna 10 —centro de la ciudad—. La banda estaría compuesta por unos 20 venezolanos y estaría enfrentando a las Convivir por el botín criminal representado en las rentas criminales, las vacunas y los hurtos; incluso por el control de territorios.
Su posible existencia quedó expresada en el artículo «Venezolanos piden no ser estigmatizados por nuevo ‘combo’ en Medellín», del periódico El Tiempo. Según la publicación la banda operaría en el centro de la ciudad, sin embargo, la denuncia se diluyó en el corto tiempo y no tuvo fuerza, toda vez que la comuna 10 está en manos de 35 agrupaciones Convivir, lo que hace poco probable el surgimiento de un nuevo grupo con intención de controlar territorios y negocios criminales bajo el poder de estas; y mucho menos que fuera integrado exclusivamente por extranjeros. Por ahora es poco probable que exista una banda de extranjeros; sin embargo, la dinámica criminal actual podría llevar al surgimiento de esta y explicaremos por qué ese escenario es posible.
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Para la ONG Corpades y la Agencia de Prensa Análisis Urbano lo que sí está claro es que algunas personas que llegaron procedentes del país vecino se organizaron en 2017 con colombianos en combos para realizar hurtos en las calles del centro de la ciudad; pero no actúan con independencia absoluta, ya que están controlados por las Convivir, e igual que pasa con Los Cocuelos y otros grupos, tienen que pagarles a estas el impuesto de 20 % para poder robar, o sea, la vacuna, lo que en la práctica significa que tienen autorización para moverse y delinquir en los territorios del centro pero pagando una una comisión. Este tipo de actividades criminales en las que participan extranjeros —en este caso venezolanos— estaba ubicado por nuestro observatorio sobre criminalidad hasta hace unos meses.
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El panorama ha empezado a cambiar. Ya no se puede desconocer que la llegada de migrantes venezolanos a sectores de la ciudad donde el reciente conflicto armado se desarrolla con intensidad desde hace dos años ha llevado a que estos se vean involucrados por una u otra razón en la disputa armada. No es por ser venezolanos, es por el hecho de vivir en lugares donde el crimen urbano tiene gran poder.
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El recorrido de los venezolanos en esta ciudad de contrastes es así: primero, entran a engrosar la fila de quienes buscan oportunidades para vivir un poco mejor; para hacerlo tienen obligatoriamente que someterse al control criminal y, por ende, a las reglas de «convivencia» y «regulación» que imponen para el ingreso y la permanencia las bandas en esos territorios. No es la primera que lo hacen; históricamente ha sido así con quienes vienen de otras comunas, víctimas del desplazamiento forzado intraurbano o de otras subregiones de Antioquia y regiones del país, donde la violencia expulsa gran cantidad de colombianos. Por ejemplo, en 2012 y 2013, lo hicieron con quienes venían de la subregión de Urabá y departamentos como Chocó, Córdoba y Sucre, porque pensaban que eran colaboradores o miembros de Los Urabeños —apelativo que se empleaba para denominar en ese tiempo a las AGC o Clan del Golfo—. A muchos no los dejaron ingresar y los expulsaron; a otros los mataron.
Después de este proceso de selección que los criminales asumen, ya que se abrogan el derecho de decir quién se asienta en su territorio, los venezolanos, tras ser aceptados, empiezan a pagar la vacuna, a comprar los productos de la canasta familiar que los mismos criminales distribuyen —arepas, huevos, pipetas de gas, entre otros—, pagar la vigilancia por el servicio de «seguridad». También recurren al pagadiario que ofrece la banca criminal ilegal que les presta al 20 o 30 % por no tener recursos económicos suficientes, pues de antemano saben que no serán objeto de préstamos en la banca legal que los segrega por ser pobres y extranjeros. También empiezan a conocer el tejemaneje del tráfico de drogas, la explotación sexual y la prostitución. Muchos terminan inmersos en eso mientras otros son atraídos u obligados a participar de las bandas criminales.
En Belén y Altavista sí hay reclutamiento de migrantes venezolanos
En la parte alta de la comuna 16 (Belén) y el corregimiento de Altavista las dinámicas están cambiando en varios aspectos. Hay control del ingreso de los migrantes venezolanos en sectores de la comuna como Las Brisas, Sucre, Los Alpinos, Zafra, Las Violetas, Buenavista, El Rincón, La Capilla y La Cancha; mientras que en el corregimiento en La Palma, Nuevo Amanecer, La Esperanza, La Lágrima, Manzanares, La Piedra, San Vicente, Manzanillo y Buga. Se les hace una especie de censo indagando por cuántos son, de dónde vienen, quién los conoce en el sector, quién los recomienda, cuántos componen el núcleo familiar y cuántos trabajan y en qué.
Muchos están ingresando a las bandas criminales y un porcentaje considerable son niños, niñas y adolescentes venezolanos participando en actividades criminales en los sectores mencionados. Fuentes le aseguran a Análisis Urbano que un 30 % de la composición actual de estas bandas serían venezolanos —5 % son mujeres—, y participan en las diferentes áreas del trabajo criminal: campaneros, jibaros, sicarios, cobradores y caleteros cerca de los puestos de vigilancia que tienen establecidos.
Conociendo esta situación Análisis Urbano le preguntó a Toni Vitola, vicepresidente de la colonia venezolana en Medellín, sobre lo que estaría sucediendo en Belén. Esto fue lo que dijo: «Realmente yo he escuchado rumores de que está sucediendo eso, incluso hace como unas semanas se tiraron un venezolano allá en Belén, un joven de 26 años, pero ya de ahí a que tengamos cifras oficiales de este tema, nada que ver, porque obviamente son gente que no se contacta con nosotros. Eso lo mantienen muy interno entre ellos».
Ante la posibilidad de que sus connacionales estén siendo extorsionados o intimidados en la parte alta de Belén, Tony comentó: «Ahí no sabría decirte, pues es lo que te comenté. Hemos escuchado venezolanos que de alguna u otra manera en el país los están buscando ingresar a estos grupos delictivos, pero ya de ahí más que todo a nosotros nos llegan casos son de “promoción” laboral porque ya este tipo de casos se le piden directamente a la Policía o se quedan callados. Otro caso, porque obviamente como no saben cuál es la ruta de atención aquí, prefieren permanecer callados y se van del barrio. Entonces son como casos que no nos llegan a nosotros».
También se consultó al comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, brigadier general Eliecer Camacho sobre el posible reclutamiento de jóvenes venezolanos, y menores de edad. « No, si hemos tenido unas afectaciones, la del venezolano asesinado, hemos tenido algunos capturados, pero que veamos acciones que se representen en las capturas… Nosotros llevamos 4.000 capturas en todo el año, pero la comparación de la actividad delincuencial del delincuente que es nacido aquí en Medellín y el Área Metropolitana, no es comparativa, ni nos muestra un reclutamiento de jóvenes venezolanos. Igualmente me tocaría buscar una fuente que tenga un poco más de amplitud, porque en el momento no lo tenemos identificado como reclutamiento forzado dirigido directamente hacia los venezolanos».
Finalmente, desde Análisis Urbano planteamos que esta problemática no se oculte y se entienda como parte de la situación que viven quienes vienen de otros países buscando mejores oportunidades en la ciudad metropolitana de Medellín, donde infortunadamente el crimen urbano hace su agosto con todo lo que signifique obtener más dinero y poder. Hoy los migrantes venezolanos representan eso. No solo ocurre aquí, en otros países como Brasil, México, Venezuela, Ecuador, Perú, España, entre otros, hay también colombianos que llegan a participar y fomentar la violencia y la criminalidad. En Medellín no tiene cabida la xenofobia; la mayoría de los migrantes son víctimas y solo unos pocos son victimarios.
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